Son las seis de la mañana de un día más con la cabeza hueca. Cierro los
ojos, respiro profundo y trato de relajarme. No quiero levantarme de la
cama sin una idea fuerte para desarrollar el texto. Odio verme de nuevo
frente a computadora, contemplando la hoja en blanco, vacía, expectante,
retadora.
El relajamiento se va por otro lado y me quedo dormida.
Decido levantarme y darme una ducha tibia, ni caliente ni fría. Lavo mi
cabello y me doy un suave masaje. Intento despertar las ideas. Se acaba
el agua caliente.
Hago un poco de ejercicio. Desayuno ligero para evitar la pesadez. Mis
gatos duermen. Se me ocurre una historia en la que despierto y mis gatos
se han convertido en tigres. O que yo me he convertido en gato. No,
relatos fantásticos no, los odio.
A medio día me pongo a buscar en Internet cómo hacen otros para
motivarse a escribir. Encuentro rituales previos de famosos: Ernest
Hemingway sacaba punta a seis lápices número dos. Schiller olía una
manzana antes de empezar a escribir, y Dahl usaba lápiz amarillo.
Empiezo por los lápices. Consigo cuatro aunque no todos número dos ni
amarillos. Con sumo cuidado les saco punta. Los ordeno por tamaño sobre
el escritorio. Cierro los ojos pensando en la madera del lápiz, el
grafito, el viejo, el mar, el suicidio. Momento. No sé quién es Dahl.
Inicio la búsqueda. Autor de Charly y la Fábrica de Chocolates. Gran
película, Johnny Deep, conflictos con el padre. El mar trae una botella
con el nombre del padre, al que el protagonista de mi historia ha
buscado desde siempre. Es el viejo que de niño le regalaba
chocolates…No, tema trillado.
Paso a lo de la fruta. No tengo manzanas. Saco del refrigerador medio
limón. El olor me transporta a la tierra caliente, la selva, ruido de
pájaros. Hombres y mujeres que trabajan la tierra de sol a sombre sufren
y además aman, tienen hijos. Sí, pero no tienen que encontrar tramas
que escribir. El personaje principal es el capataz de la plantación y se
enamora de una de las trabajadoras, que resulta ser una princesa india
con poderes ancestrales que…No, por Dios.
Por la tarde cambio de estrategia. Me voy a lo esotérico. Dar once
vueltas en círculos usando un solo pie. Lo descarto por peligroso. Usar
lencería de color rojo. Busco en mis cajones. Sostén rosa y pantaletas
negras.
A las ocho de la noche, bingo. Lo tengo: cambiar hojas blancas por hojas
de color. No tengo. Con acuarelas pinto tres hojas, cada una con un
color primario. Mientras se secan preparo te de yerbabuena con pimienta y
cinco ajos.
No puedo salir del baño por la diarrea. Tiemblo por estar tantas horas en lencería.
Me voy a la cama. Pongo los lápices y las hojas de colores bajo la almohada.
Antes de quedarme dormida pienso en un gato color limón que está afanoso escribiendo una historia.
Hola Ana, me gustó tu relato. Con situaciones cómicas y una forma de ver las cosas de tu personaje que parece la exasperan de verdad. Irónico como se desenvuelve y obtiene su inspiración la protagonista que al fin y al cabo retiene la idea fantástica que tanto odia...
ResponderBorrarMe gustaría haber captado mas el miedo que se suponía en la consigna, lo que si aprecie fue disconfort, un montón de procastinación e indecisión por parte de ella, y por supuesto una ida y vuelta en sus ansias. Pasa por mi relato si queres Nro 29, Donde habitan las arañas
Hola Ana de la Hoz
ResponderBorrarInteresante relato, cómo vas desgranando y describiendo la psique del personaje principal y sus neuras y manías; sin duda se trata de una persona con miedo al folio en blanco. Las descripciones están muy bien, y creo que consigues utilizar una buena paleta de colores para darle trasfondo a la historia.
Un saludo
Jose Luis
La lectura de tu relato me alegro la tarde.
ResponderBorrarBuenas, Ana.
ResponderBorrarMe ha gustado mucho tu relato, es muy entretenido y ameno.
En alguna ocasión me ha sacado una sonrisa antes las locas ideas del personaje.
Un saludo.
IreneR
Hola, Ana un relato muy imaginativo demasiado para el gusto de tu protagonista.
ResponderBorrarAlgunos mejorables.
“Decido levantarme y darme una ducha tibia, ni caliente ni fría.” (Se sobreentiende que si esta tibia no está ni está fría ni caliente).
“Hombres y mujeres que trabajan la tierra de sol a sombre” Debe decir sombra.
No veo el miedo al folio en blanco, tan solo un personaje con unas ideas locas y con una indecisión por escribir algo que solo no termina de gustarle por ser muy fantasiosas, pero que si analizamos a la protagonista su vida es así.
Dato:
Esa parte “Esotérica” no me parece que lo sea. La palabra esotérico o esotérica significa oculto, es todo aquello que dentro de las religiones permanece oculto al vulgo, algo que no se enseña de manera abierta dentro de una religión, por eso dentro de las religiones esta lo esotérico (oculto) y lo exotérico ( lo disponible). Brincar en un pie, ni en el yoga, que tampoco el yoga es esotérico, amenos no el hata yoga. Más que esotérico el brincar en un pie y dar diez vueltas es un “ejercicio físico y nada más algo así como correr, o cómo correr de cojito.
Como dato extra: La primera versión de Charley y la fábrica de chocolates, fue protagonizada por Gene Wilder.
Saludos, Ana:
ResponderBorrarGracias por publicar conmigo. Voy de prisa, porque estoy en maratónica leyendo los textos que no he leído aún de la colección del mes de abril.
Te comento que me ha gustado tu protagonista, con tanta indecisión, misma que muchos de nosotros hemos pasado en alguna ocasión. Y no es que falten las ideas, sino que los temas no nos encantan o los damos por descartados sin darles un oportunidad. ¿Miedo al folio? Quizá no, creo que es más miedo a caer en lo fantástico y al final cae rendida, siendo casi seguro que tiene un sueño que le hará escribir largo y tendido.
No tengo más que decirte a lo que te han mencionado ya, creo que la idea es buena, algunas fallitas de contexto, pero que como escena, la considero como tal.
Espero que participes en el taller de mayo- ¡nos leemos!