martes, 21 de mayo de 2019

MONTAME UNA ESCENA DE LITERAUTAS

Saludos,

A veces pasa, que por un desliz o un error de tipeo nos quedamos fuera del taller de Literautas, así que ya que algunos compañeros publican en sus blogs, he decidido que en alguna ocasión muy especial voy a publicar por estos lados, solo aquellas escenas que por un desliz quede fuera, pero nunca aquellos que por falta de tiempo no se hayan publicado en la recopilación; ya que me parece no ser justo con los que sí llegan a tiempo. En fin, que me enredo mucho.

Espero que disfruten de la lectura y si lo desean dejen sus comentarios.

1- Noche de fuegos (Móntame una escena del mes de mayo, 2019)

Noche de fuegos (R)

No tenía coartada, ni podía salir de esa casa. Lo intenté sin resultado, las puertas o las ventanas permanecían cerradas. Hoy estaba aterrada, lo sabrían, aunque no pude evitarlo. Sentirme atrapada en ese apartamento, sola y temerosa me volvía loca. No encontraba un lugar seguro donde esconderme, solo esperaba que él no me encontrara fácilmente, la posibilidad era tan certera que me aceleraba el corazón.
Corrí por todo el lugar, porque la calle parecía un campo de batalla, el fuerte sonido de las explosiones me reventaba los oídos, resonaba con fuerza en mi pecho y solo tenía deseos de llorar. Otra explosión fue tan cercana que la luz entró con tanta violencia por la ventana exponiendo miles de sombras. El zumbido en mis tímpanos me hizo sacudir la cabeza, no sabía si quedarme petrificada o hacerme un ovillo con el cuerpo, el estallido fue tan violento que las alarmas de los coches comenzaron a sonar, haciendo que el bullicio se sumara ya ese caos afuera. Ese bombardeo duró siglos, o al menos así había sido para mí.

 Recordé que pocos días antes soporté similar batalla, gente corriendo por todos lados, lanzando pequeñas dinamitas indistintamente, o al cielo esos misiles que explotaban en manchando las nubes con sus colores de sangre y humo. No tenía a donde refugiarme cuando miré a esa mujer llamándome para que corriera a su lado. Abrió la puerta de un coche, me hacía señales, animándome que me subiera. No dudé, no soportaba un segundo más. Mi única intención era huir de ahí, ir a un sitio tranquilo y silencioso. Pero al subir ese hombre me miró de mala manera. Empezó a discutir, la chica le decía que yo únicamente era una pequeña asustada. Él reclamó que no era su responsabilidad cuidarme, sacarme de la calle o mantenerme. Su sonrisa dulce y un desliz de su mano por la cabeza de él pareció solucionarlo todo: «No te preocupes, amor, solo es un tiempo.»  Por alguna razón, nunca me llevaron a ninguna otra parte. Ella se había encariñado conmigo y los días completaron una semana. Él era muy serio, me veía con celos. Quizá porque Rita estaba muy pendiente de mí. Comenzó a decirme que yo era su hija y ella era mi madre.

Aunque tenían la costumbre de dejarme sola y encerrada. Esta noche él cambió ese mismo traje que llevaba todos los días, ella usaba un vestido muy hermoso. Me dejó sentada sobre el sofá y me dijo: «Volveré pronto, Daysi». Me dio un beso como hacía cada vez que salía de la casa.
Me volví loca al iniciar el ruido, los estallidos, esas luces, porque la noche llegó y no aparecían. Corrí llorando por todos lados, pidiendo a gritos ayuda, pero nadie apareció. Temía que la casa me cayera encima. No supe cómo lo hice, destrocé algunas cosas mientras trataba de meterme en algún rincón, derribé unas sillas, le di vuelta a los jarrones cuando me escondí bajó la mesa. Sabía que él se molestaría conmigo, aunque mi intención solo era parar las explosiones. Estaba escondida, logré acurrucarme debajo del lavado del baño.
Las luces de la casa se encendieron. Escuché su quejido:
-¡Maldita! Mira lo que ha hecho. Cuando la encuentre voy a matarla.
-¡Por Dios, José, te dije que no la dejáramos sola!
Escuché que él me llamaba a gritos. Los nervios se apoderaron de mí y supe que solo estaría segura en un lugar: con mamá. Corrí a buscarla, él se vino detrás de mí, se deslizó en el agua del jarrón que había dejado caer. Ella también trató de sujetarme, pero irracional, me escurrí. Me escondí tras el sillón.
Saqué la cabeza para ver: la sala era un desastre. Mi peluche de león estaba empapado, el jarrón de cristal hecho pedazos, cojines, libros, papeles desparramados en el suelo. Él me encontró y me miró con rabia; pero algo le llamó la atención en el piso. Se agachó a recoger un calendario que le habían dado como regalo en el restaurante chino y que había dejado sobre el sofá. Sin decir palabra se volvió al baño.
Cuando regresó, me miró de otra forma, traía una medicina en pomada y una gasa. Se acercó, me encontraba paralizada, me cargó por lo que pudo sentir mi temblor.
-¿Es sangre, está herida? -dijo ella.
-Sí -él me tomó la pata con delicadeza-. ¡Feliz año nuevo, Daysi! No te preocupes, estás en casa y vamos a cuidarte.
Por primera vez él acarició mi cabeza.