sábado, 17 de marzo de 2018

VIEJA GLORIA - José Luis (R)

La bruja de su psicóloga le advirtió del peligro de quedarse anclado en el pasado, pero el anciano estaba allí, en la tienda de discos. Por un altavoz sonaba una triste balada y el encargado, barbudo y calvo, tenía mirada de gato. Pocas personas compraban en aquel establecimiento moribundo, una metáfora de cine que reflejaba la solitaria vida del viejo.

Antiguo rockero, pues la música había sido todo para él, tanto que incluso llegó a apartarse de su familia, ahora ya nadie se acordaba de su famosa figura, influyente en otros tiempos; pobre vieja gloria del pasado. Arrastraba los pies por entre los pasillos, mirando con negligencia las portadas de los discos de vinilo, observando caras conocidas de su juventud; tal vez fueron rivales en las listas de éxitos o a través de las ondas de radio...

¡Qué asco de vida! ¡Qué asco haber sido olvidado! Cuanto más lo pensaba el anciano, más ideas lúgubres lo acercaban a la solución final: ir a su habitación y atiborrarse de ciertas pastillas que solo se consiguen mediante receta médica. A lo mejor así conseguía volver a ser recordado...

Decidido, el viejo enfiló la salida de la tienda, pero le salió al paso una sonriente cara, arrugada como una pasa. Los labios de aquel rostro estaban pálidos, y las mejillas que los enmarcaban marchitas. La frente del desconocido estaba surcada por tantas arrugas como la del viejo, y aquellos ojos, aunque llenos de admiración, eran igual de añejos. Sostenía en sus garras, invadidas de venas azules y manchas moradas, un disco de vinilo y un rotulador. Curiosamente, la portada del álbum contenía, en primer plano, una versión joven y alocada del anciano, casi irreconocible por culpa de las greñas rizosas, mientras sujetaba una guitarra eléctrica. Justo detrás, en un adecuado segundo plano, porque sus componentes sabían quién era el líder, estaba el resto del grupo.

Respetuosamente, el de las garras le solicitó al viejo que plantara su autógrafo en el álbum: el dulce intercambio entre un viejo ídolo y un viejo fan. Encantado, y renovado de alguna manera, porque quedaba patente que todavía le importaba a alguien en el mundo, el otro accedió. ¡A la porra las pastillas! ¡La vida era maravillosa!

3 comentarios:

  1. José Luis:

    Muchas gracias por publicar conmigo.
    En relación a tu texto, me ha gustado mucho, ese aire nostalgico y las decisiones que parecen ser obligadas para muchos cuando no encuentran valor a sus vidas. Así que nos hace reflexionar, que la vida es hermosa, por esas pequeñas cosas... Muy lindo.

    En cuanto a lo que pude notar del texto, lo leí de corrido y no me fije en casi nada, con excepción del primer párrafo que contiene las tres palabras obligadas del taller. Y es que es ahí, cuando se me hicieron muy notorias, esperaba un poco de espacio entre unas y otras.
    Por lo demás, lo has llevado bien, y otro con otro ojo (que tengo un poco cansada la vista esta noche), podrá detectar algo adicional.

    Pero, te felicito por darnos tan inspiradora historia. ¡Nos leemos!

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  2. Buenas, José Luis.

    Menos mal que al final aparece alguien y evita la desgracia. Pobre anciano, me doy bastante pena.
    Me llamó mucho la atención que utilizaras garras para las manos.

    Más allá de eso, me gustó tu relato.

    Yo también participo en el taller de Literautas de este mes, te dejo el enlace por si quieres leer mi texto: Canela, vainilla e incienso, http://alemaniaentrebastidores.blogspot.de/2018/03/canela-vainilla-e-incienso.html

    ¡Un saludo!

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  3. cualquiera:

    Hola José Luis. Respecto a este tema de las viejas glorias. Hace poco vi una película titulada "Bajo la misma estrella" que a buen seguro muchos conoceréis. Trata sobre una pareja de chicos jóvenes con cáncer que se conocen en un grupo de terapia. En una de estas reuniones le preguntan al chico cuál sería su peor miedo. El chico responde que el olvido. Pretende vivir una vida extraordinaria y su peor pesadilla es que nadie lo recordara una vez muerto. La chica toma la palabra y responde con un pequeño discurso que bien podría resumirse en un título de Almodóvar «nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto» «el olvido es inevitable, y si te asusta te aconsejo que lo ignores, Dios sabe que lo hace todo el mundo»

    A mí me cuesta empatizar con el protagonista porque creo que la madurez consiste precisamente en la aceptación progresiva de nuestra poca importancia. Luego se da cuenta de que alguien lo recuerda y eso da una vuelta completa a la tortilla de su existencia. Quizá lo veo un poco forzado, poco realista, del suicidio a la vida maravillosa, por una mínima reputación de esa gloria pasada.

    El relato es coherente y está bien escrito, pero creo que a la historia le falta fuerza.

    Un saludo, espero leerte el próximo mes.

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