lunes, 18 de junio de 2018

El hombre afortunado - José Luis


Llevaba un hacha en la mano, pero en realidad no estaba dispuesto a usarla. La transportaba consigo como algo accesorio, como si fuera una parte más de su uniforme de vigilante del hotel Fairview, porque a falta de un arma más poderosa, aquella herramienta era lo único que lo hacía sentirse protegido cuando llevaba a cabo la ronda nocturna. Como era el único vigilante del hotel, se sentía un poco solo e inseguro, y encima aquella misma mañana el último de los huéspedes se había marchado. Para colmo, el recepcionista del horario nocturno estaba enfermo, y por eso también tuvo que estar atento a sus actividades, aunque fueran poca carga. Todo lo más se trataba de atender las llamadas telefónicas, y eso era sencillo.

Pero aquello muy pronto se terminaría. De hecho, se trataba de la última noche de Heraclio Fuentes como vigilante y recepcionista sustituto temporal. Cuando rememoraba lo ocurrido un mes atrás, todavía se le saltaba el corazón del pecho. Los problemas económicos fueron borrados de un plumazo. El bote de la lotería era suyo; había sido el único agraciado.

Heraclio guardó el hacha en un armario mientras sonreía. Había sido inteligente, desde su punto de vista. Otros quizá lo hubieran tildado de tonto. Pero es que Heraclio pensó que era la mejor forma de actuar para no llamar la atención. Lo primero que hizo tras ganar la lotería fue no volverse loco. El dinero no se le subió a la cabeza. Era algo muy importante, sí, pero mucho menos que otras cosas en la vida, como su familia, por ejemplo. Cualquier otro, jactándose de su buena fortuna, hubiera escupido a la cara de su déspota jefe al mismo tiempo que le tiraba una nota de dimisión. Sin embargo, Heraclio no era una persona vengativa, y su jefe, quien no era perfecto, ni mucho menos, no le caía mal. No, Heraclio simplemente comunicó a la empresa que lo dejaría al cabo de un mes por razones personales, sin proporcionar más explicaciones, y continuó con su trabajo como si no fuera un millonario, disimulando.

Solo a sus familiares más cercanos, a su madre, a su hermana y al hijo de ésta, les comunicó Heraclio la buena noticia. Lo celebraron a lo grande, pero en la más estricta intimidad. Desde entonces, a Heraclio lo entusiasmaba tener un secreto que nadie más supiera. Siempre estaba de buen humor, pero sus compañeros de trabajo y amigos no sabían el por qué, lo que contribuía aún más al misterioso buen talante de él. Pues oye, siendo millonario se trabaja mejor y la vida se disfruta de otra manera... Su idea final era conseguir novia y sentar la cabeza. Había estado buscando casa por Internet, sin mirar el precio, y había encontrado una familiar con una finca enorme. Ya se veía residiendo allí, felizmente casado y con su propia familia formada.

Porque era madrugada y ya no habría llamadas telefónicas a esas horas, Heraclio aprovechó para echarse una siesta en el sofá de la oficina de recepción. Al cabo de un rato, un ruido lo despertó, o más bien el eco. Medio somnoliento, sin fuerzas para levantarse del mueble, volvió a escuchar algo, como un golpe. ¿Una puerta se había cerrado? Trató de clasificar el ruido, pero no pudo. En el hotel Fairview, por ser antiguo, siempre había ruidos raros por la noche. Silencio... Trató de seguir durmiendo.

Volvió a abrir los ojos cuando escuchó los pasos de alguien que se acercaba. Pero estaba seguro de que no podía haber nadie en el hotel, pues Heraclio se había asegurado de que las puertas y ventanas estuvieran cerradas. ¿Seguía soñando, acaso? Silencio.

Hubo un crujido de madera, y un leve chillido de bisagras. Heraclio aguzó el oído, pues el sonido era familiar. ¿Un armario se había abierto? Silencio. Pudo cambiar de postura para escuchar mejor. Todavía silencio. Tal vez sí que lo estaba soñando...

Un roce de suela contra el piso, un sonido quedo. Silencio de nuevo. Heraclio repasó lo que había hecho durante la ronda. La entrada principal estaba cerrada con llave, y también la puerta que daba al patio interior.

Y entonces se acordó del garaje. El hotel disponía de un aparcamiento subterráneo, con puerta automática exterior para los coches y luego otra puerta interior que conectaba dicho aparcamiento con el hotel. ¿Pudo esta última haberse quedado abierta? Para comprobar su teoría, Heraclio se levantó del sofá a toda prisa, pero fue demasiado tarde, pues alguien usó su propia hacha contra él.

3 comentarios:

  1. Hola, José Luis.

    Pues mira, está bastante bien este relato. Juegas con el hacha del principio y la usas al final, de eso no cabe duda. No te la has olvidado por ahí como "el chicle de la repisa", jaja. Lo que me choca es que dejas el suspenso para el final, y todo lo demás son descripciones de lo que hace Heraclio después de ganar el boleto de lotería: que si sigue trabajando para no llamar la atención, solo se lo dice a su familia, que busca casas por internet sin mirar el precio, que le comunicó a su superior que dejaría el trabajo por cuestiones personales en un mes, etcétera. Es como mucho relleno. Ni siquiera logro concebir si fue alguno de sus compañeros quien lo mató o fue otra persona, lo único que sé es que esa última noche fue al hotel y sacó el hacha del armario. Se puede mejorar mucho este relato (incluso me hubiese gustado que fuese un poco más largo), pero la idea en sí es buena, es un buen punto de partida. Yo aconsejaría agilizar un poco la trama, darle más rapidez. No digo que elimines las acciones que realiza poco después de ganar la lotería, pero que lo expliques en menos palabras. De paso, si puedes explicar quién lo mató y por qué (aunque ya supongo la razón) lo dejarías redondo.

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  2. Buenos días Jose Luis: Me ha gustado mucho tu relato y me encantaría seguir leyendo en un segundo capítulo el proceso de la investigación policial y la detención del asesino; que por cierto creo que es el sobrino. ¡Por favor, no nos dejes con la intriga! Escribe la segunda parte.

    Me gusta tu prosa porque es clara, sencilla y tiene buen ritmo.

    También me ha gustado la trama porque trata de un pensamiento que todos los humanos que jugamos a la lotería y a otros juegos de azar lo hemos desarrollado en nuestra mente: «Si me toca la lotería:
    Le diré cuatro frescas a mi jefe y dejaré el trabajo.
    Les compraré un piso a mis hermanos.
    Les daré dinero a mis padres para que vivan más desahogados.
    Etc., etc.
    Claro que si les compro un piso a mis hermanos, me deberán el piso, estarán en deuda conmigo, por lo que ya no me querrán por mí mismo. Ya no serán sinceros totalmente. Tendrán que ser agradecidos y no me dirán las cosas con sinceridad. Tendré que buscar una fórmula para que no sepan que he sido yo el del regalo...
    No puedo decir nada en la empresa ni a mis compañeros porque puede ser que algún envidioso secuestre a mis hijos.
    Que complicación, casi prefiero que no me toque, pero si me toca, no se lo diré a nadie y disimularé, para que todo siga igual»

    "Había estado buscando casa por Internet, sin mirar el precio". Me ha encantado la frase "sin mirar precio". Brevemente nos has dicho que le ha tocado mucho dinero.

    Por hoy nada más, gracias por el buen rato que nos haces pasar a todos los compañeros cuando te leemos.
    Un saludo, Menta

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  3. Saludos buen relato. Me gusto pero valeee ese final fue cruel... le quitaste todo lo de afortunado de un solo hachazo :S

    Por lo visto no fue suficiente con todas las precauciones tomadas. Tal vez hubiese sido mejor no decirle a nadie. Cobrar el dinero comprar la casa y que la familia se enterase el día de la mudanza. Aunque por lo visto si el problema era dentro de la familia tenia todas las de perder.

    Coincido con los comentarios de Miguel Rojas. Tu historia esta muy buena como corazon de una historia mas grande. Haciéndole una buena estructura rellenando todos los agujeros argumentales incrustando un par de cosas podría incluso salir una interesante historia policial.

    Saludos. Mi relato es el 5. Pasa cuando gustes.

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