Aquí todo el mundo sabe que el que me la hace la paga. Yo no me ando con
guevonadas. Y si el hijo de la señora Maritza se robó esa “merca” pues
que asuma las consecuencias. Yo no me puedo dar el lujo de ser tibio,
tengo que demostrar firmeza. Don Mario no llegó a ser el capo de toda la
comuna 8 de Ciudad Bolívar, a punta de caridad y de compasión. Por eso
yo no puedo flaquear. Como la semana pasada que vino “El Carepa”, líder
de la banda de la comuna 7, a dizque amenazarme porque mis muchachos
supuestamente le tocaron a uno de sus consentidos, y que va, puros
cuentos. El basuquero ese vivía enpeliculado por tanto vicio y siempre
andaba armando líos. El caso fue que me vino a advertir que la próxima
vez que mis muchachos golpearan a alguno de sus protegidos me las iba a
tener que ver directamente con él. Por eso lo despedí efusivamente con
un abrazo y le metí un pepazo en la frente. Luego fue simplemente llamar
a los muchachos para que recogieran el cadáver y limpiaran el charco de
sangre. Pero es que en mi nueva condición de capo de “Los Buitres” no
puedo tolerar ningún agravio, ningún insulto.
Esta mañana vino el comandante del CAI de Policía a pedirme
encarecidamente que le bajara al agite en el barrio. “ “Don Mauricio”
usted sabe que puede tener las cuadras inundadas de jíbaros, y que yo no
le toco sus burdeles ni a sus muchachas, pero tenga la delicadeza de no
matar más “pelusos”. Mi comandante ya me está empezando a chimbiar .
Además esa banda ya está achicopalada, ustedes son los que mandan en
toda Ciudad Bolívar. No hay necesidad de más vendettas”, me dijo
mientras sostenía la gorra con la mano derecha y encorvado mantenía la
mirada clavada al piso.
“Decime con quién creés que estás hablando, gran guevon.Si tu jefe te la
está montando ya sabés lo que tenés que hacer, pero a mí no me vengás a
joder con tus pendejadas. Solucionálo vos, no jodás. Además, si me ha
tocado bajarme a unas cuantas ratas es precisamente porque ustedes no
hacen su trabajo, no justifican la millonada que les paso cada mes,
malparidos tombos”.
No hay nada que me saque más la piedra que los ineptos. Esos corruptos
lamesuelas que vienen con la cola entre las piernas a pedirme billete
cada mes, pero que no hacen lo que tienen que hacer. Y si ellos no son
capaces de mantener lejos de la zona a las gorzobias de las otras
comunas pues mis muchachos sí lo hacen. En los noticieros a veces
escucho que mencionan “la problemática de las fronteras invisibles” en
barrios marginales como este, pero solo están viendo la punta del
iceberg. Porque las fronteras invisibles no solo significan la muerte a
quien se meta en el barrio de otro, son también un control territorial
que determina quién es el que manda en la zona y puede sacar la droga
del barrio. La flota de camiones que nos dejó Don Mario, sumada al plan
de expansión que emprendí desde el mismo día de su muerte, es la que me
permite hoy ser el capo de toda la zona.
Pero también soy consciente de que esto no será eterno. A medida que
aumentan las ganancias aumentan también los riesgos. Ahora no solo tengo
que lidiar con “Los Pelusos” de la comuna 7, “Los chinches” (un combo
de menores de edad de la comuna 2) y “Los niches”, un combo de afro que
llegaron hace tres meses del Chocó, huyendo del conflicto armado en esa
región del Pacífico colombiano para adaptarse y empezar a hacer de las
suyas en esta localidad ubicada a dos horas del centro financiero de
Bogotá. De otro lado, está el Frente Oliver Sinisterra (grupo de la
guerrilla de las Farc que no se quiso desmovilizar) que llegó a la zona
hace un par de semanas para tratar de llenar el vacío de poder que dejó
la partida de Don Mario.
La cosa está bien caliente aquí. Por eso no tengo otra que matar a ese
chino marica así no se haya robado nada. Me toca proceder por sospecha,
es mi deber. Así venga la vieja esa Maritza a berrear y a hacerme show.
De malas, yo no la mandé a que pariera a semejante tonto que embolató
cinco kilos de coca pura del Cauca, cinco kilos que les debo a esos
carevergas disidentes de las Farc, cinco kilos que calentaron el parche.
Por eso ya no me queda otra que esperar a que me encuentren y pagarles
como lo hizo Don Mario: con la vida. Esta es la cueva del dragón en la
que me metí, la cueva de un narco acorralado condenado a muerte.
Buenas, Camilo.
ResponderBorrarUn relato muy bien escrito. La verdad es que me ha gustado bastante, aunque debo decir que, aunque entiendo que la persona que habla utilice todas esas expresiones de la calle, en algunas ocasiones me ha resultado un poco difícil seguir el texto.
Utilizas mucho las comillas inglesas, y no sé si en todos los casos en los que lo haces se tendrían que usar o es mejor escribir en cursiva, como por ejemplo "El Carepa" no debería de ir entre comillas: https://www.fundeu.es/recomendacion/apodos-y-aliasescritura-correcta-559/
Me ha gustado leerte.
Un saludo.
IreneR
Me encantó. Das la impresión de reflejar muy bien el mundo de los capos y los narcos, la analogía del dragón en su cueva/capo acorralado está muy lograda.Eso si, me pierdo un poco con la terminología local.
ResponderBorrarSaludos!
Me ha encantado la oralidad de tu texto, solo eso, o todo eso.
ResponderBorrarUn saludo,
Manderley