Mi profesora de literatura se llamaba Asunción. Nos motivaba de mil
maneras para que leyéramos. Nos hablaba de los autores clásicos y de los
modernos con una admiración contagiosa.
—La lectura debe ser una necesidad vital para vosotras, como es el comer —nos decía.
Se propuso “sacar al escritor que llevábamos dentro”, y para que esto
ocurriera, todos los días teníamos que escribir una redacción. Para el
primer relato nos sugirió contar algo que nos hubiera ocurrido durante
el verano anterior.
Al llegar a casa me senté frente al cuaderno y empecé a escribir. Pero
nada de lo que ponía en el papel tenía la gracia y la fuerza que había
tenido en la realidad. Desesperada, le pregunté a mi abuela sobre qué
podía hacer la redacción. Después de pensar un rato, exclamó:
—Ya sé. Escribe sobre lo que le ocurrió a aquel torero en las fiestas
del pueblo. Te impresionó mucho y creo que ahí tienes bastante material
para tu relato.
Fue duro recordar aquella tarde de muerte en la plaza. Pero al día
siguiente, cuando leí el relato en voz alta, recibí los aplausos de la
señorita Asunción y del resto de la clase.
—Pareces un crítico taurino. Muy bien.
Pero más importante que los aplausos fue que aquella primera experiencia
hizo crecer dentro de mí la necesidad de narrar historias.
La profesora de labores y dibujo se llamaba Consuelo. Un día estábamos
cosiendo en silencio en clase, y de repente la señorita se levantó de la
silla, bajó de la tarima y se acercó a mi pupitre. Me ordenó que diera
la vuelta al paño que bordaba.
—¿Pero esto qué es? Si parece un nido de arañas. ¿Te has fijado en los
nudos y las hebras sueltas que tiene por el revés? ¡A ver! ¡Anabel, trae
aquí tu labor!
Me quedé asombrada. Era una labor perfecta, el derecho y el revés eran prácticamente iguales.
—Te lo vas a llevar a casa y que te ayude tu madre. El próximo día traes lo que hayas hecho. ¡Pero perfecto!
Me quedé hundida. Ella nunca me había enseñado a bordar, y a pesar de no
hacerlo muy bien, yo disfrutaba en su clase cosiendo y preguntando las
dudas a mis compañeras. Me pareció muy injusta.
Cuando terminó la clase, Anabel me dijo:
—No te preocupes. Te propongo un trato.
—¿Cuál? —le pregunté.
—Tú me escribes las redacciones y yo te hago las labores y los dibujos.
A partir de ese día yo escribía dos redacciones, cosa que me encantaba; y
ella bordaba dos paños iguales y me daba uno. El dibujo de un limón del
natural también lo realizó por duplicado. Delimitó los contornos, y
para no levantar sospechas, puso sombras a uno de ellos con un lápiz
blando y a otro con carboncillo.
Mantuvimos este trato hasta que un día aciago la señorita Consuelo se
dio cuenta de nuestra trampa y nos llevó al despacho de la directora.
Allí confesamos toda la verdad. Se dirigió a mí muy enfadada, elevando
la voz y agitando su dedo delante de mis ojos, y rugió:
—Escribes muy bien ¿verdad? Pues de ahora en adelante, no podrás
escribir nada. Cuando te sientes delante del cuaderno, sentirás mucho
miedo porque las ideas habrán huido de tu cabeza.
Al final de curso suspendí sus dos asignaturas y mi verano transcurrió
entre labores y láminas de dibujo. Algunos días intenté escribir en mi
diario, pero mi cabeza estaba seca de ideas. Me acordaba de la maldición
y sentía terror.
—Abuela. No puedo escribir. Me persiguen las palabras de la señorita Consuelo.
Se sonrió. Después me dijo:
—Yo conozco antídotos para todos los conjuros del mundo y entre ellos hay uno especial que cura el miedo a la hoja en blanco.
—¿Cuál es? ¡Dímelo! ¡Por favor...!
—No hay nada que decir, hay que hacer. Para empezar, debes elegir una
anécdota que te haya pasado a ti y que mientras la vivías fuiste
consciente de sentir emociones intensas: miedo, vergüenza, enojo,
compasión... Escribe todo lo que hayas sentido pero siempre desde la
verdad de tu corazón.
Pensé durante un rato y después le conté:
—El otro día fui a la lencería de la esquina con mamá para comprar mi
primer sujetador. En la tienda estaba el hijo del dueño que tiene mi
misma edad. Cuando le vi, creí morirme de vergüenza. Ella no se dio
cuenta de mi bochorno y delante de él, habló de tallas, colores, aros…
¿Crees que es interesante que escriba hoy sobre la vergüenza que sentimos, a veces, los adolescentes?
La abuela me acercó el diario y yo empecé a escribir desde mi corazón,
desde mi verdad, y poco a poco, describiendo mis sentimientos, me curé
del miedo a la hoja en blanco.
Hola Menta, muy tierno tu relato, se siente la angustia del folio en blanco y están bien integradas las palabras del reto. Me ha gustado.
ResponderBorrarEn cuanto a los mejorables tengo duda en: ...sobre qué podía hacer la redacción, que haya un queismo, significa que falte la preposición "de" antes del qué, revisa si se lee mejor.
Un gusto que me permitas aprender con tu relato. Me agradaría recibir tu visita y comentario a mi relato "Cosas que cobran vida ante el bloqueo de la escritora"
https://aprendiz-literatura.blogspot.com/2018/04/cosas-que-cobran-vida-ante-el-bloqueo.html
Nos seguimos leyendo.
(¯`•¸•´¯)YOLI(¯`•¸•´¯)
Buenas, Menta.
ResponderBorrarMe ha gustado mucho tu relato. En especial el principio. Me ha hecho acordarme de los viernes en el instituto. La profesora de lengua los implató como el día de la escritura y solo nos dedicábamos a escribir historias. Creo que nunca hubo una clase que más me gustara.
La segunda parte del relato, que diría que comienza con la terrible maldición me ha parecido un poco más floja, pero aun así me ha gustado. Muy bien escrito.
Un saludo.
IreneR
He leído el relato de un tirón, recordar a una profesora de literatura es un premio, lo mismo que hacerlo con la bruja de costura un castigo. Hace poco escribí sobre la señorita Isabel: la Gallega, una maestra que se merece mi recuerdo, gracias a esta profesora tengo esta afición. También unas líneas sobre el Porki, un maltratador de alumnos, igualmente merecidas.
ResponderBorrarHola Menta
ResponderBorrarUn relato muy bueno, me gustó la inocencia y el aprendizaje, y esa verdad del poder que hay en las palabras de gente que reconocemos como autoridad.
Estoy de acuerdo con Yoli en: ...sobre qué podía hacer la redacción, fíjate ahí, por lo demás muy bueno.
Nos leemos!
Menta dice:
ResponderBorrarHola Abi Ponce:
No sé como mandarte el comentario a tu escrito, no sé que poner en el perfil. Te lo mando aquí y en mi relato. Perdona y gracias
—Me ha gustado tu relato tanto en la forma como en la trama.
Me sorprende la manera tan generosa con que tratas a tu protagonista: le hacen la infusión de limón que la relaja y como necesita relajarse aún más, le dejas que se olvide de las 72 horas que le quedan en brazos de su pareja.
Espero leerte en el proximo reto del mes de mayo. Un saludo, Menta
Hola Menta. De antemano, gracias por comentar mi relato.
ResponderBorrarEl texto está muy bien escrito. Lo único que recomendaría es acortar un poco la primera parte. Me parece que se hace bastante énfasis en lo que ocurrió antes del bloqueo, en contar la historia del bordado y la maestra de literatura, que por cierto me gustó mucho. Pero si lo que querías era resaltar que la protagonista salió del bloqueo al "Narrar desde el corazón", deberías haber desarrollado un poco más esa segunda parte del relato.
Saludos!
Saludos Menta:
ResponderBorrarGracias por publicar conmigo, aquí haciendo una maratónica para leer los relatos que me faltan.
Tu relato es muy bonito, mucha ingenuidad por parte de la protagonista, y sus experiencias en el colegio, con su abuela y la vida.
Aunque lo mencionas como tal, no veo muy desarrollado el miedo al folio en blanco, y tal como dice Ceyla, el titulo del relato debió desarrollarse un poco más.
Mi madre se llamaba Consuelo, así que verla como la maestra menos tolerante me dio dolor, jajaja, ya que a ella sí le gustaba bordar pero era muy paciente.
Hay algunos detalles en la forma que debes considerar. Creo que eres del lado de las américas o de una zona en donde se utiliza: pero en escritura debemos evitar el verbo SER unido a los verbos, como por ejemplo: Se sonrió. Lo correcto es escribirlo: Sonrió, a secas. A mi me ha dado mucha lata, pero he aprendido a eliminarlo y la lectura es mucho más pulcra.
También has usado un leismo: "le vi", el artículo "le" se usará unicamente cuando no puede ser remplazado, en este caso lo correcto es: lo vi. Diferente por ejemplo en: le dijo, ya que LO dijo es incorrecto.
En el último diálogo, separaste la experiencia de la chica en la tienda y la interrogante. En ese caso debe ir de continúo, ya que es la misma persona hablando.
Me ha gustado el texto, y espero verte en el próximo mes. Un plácer.