Aquel suceso de años atrás, provocó numerosos traumas en su vida, sobre
todo como escritora, pues su visión sobre las hojas en blanco había
cambiado radicalmente. Todas las páginas de su casa estaban llenas de
garabatos, y no podía pasarse por alguna papelería porque en cuanto se
comprase otro bloc, en pocas horas estaría plagado de sus más
extravagantes ideas. Ahora, cada vez que quería imprimir algo en la
oficina, siempre trataba de que todos los folios tuvieran algo escrito
tanto por delante como por detrás. Aunque, luego su jefe la regañara por
incumplir con sus tareas.
—Creo que tienes que ir a un especialista. Eres una de las mejores
escritoras de nuestra editorial, no puedes dejar que te afecte toda tu
vida un accidente como ese, tienes que superarlo.—Sus palabras indicaban
que hablaba preocupado.—No es normal esto que haces, y si en estos días
no noto algún cambio, voy a tener que despedirte.
—Disculpe, jefe. —Estaba sentada frente a él, al otro lado del
escritorio, cabizbaja con las manos entre las piernas, y sus pies
mirándose entre si.—Cada vez que veo un folio sin nada escrito, sin
algún garabato o cualquier cosa, es como que en mi mente hay una voz que
me dice constantemente que debo rellenar esas páginas, que nada debe
quedar en blanco porque si es así, yo —tras contar lo que sentía
emocionada, comenzó a llorar teniendo las manos puestas sobre su cabeza,
con una mirada perdida—solo quiero que se calle esa vocecita. Párela,
¡párela! —Aun sollozando, sacó un lápiz del bolsillo de su vestido—¿Ve
esto?—Lo dirigió frente a él frunciendo el ceño. —Nunca puedo salir de
casa sin él, no puedo vivir sin esta cosa porque gracias a este maldito
artefacto puedo vivir tranquila. —Un ataque de ira repentino provocó que
lanzase el lápiz con fuerza hacia su director, y que este terminase
clavado en su ojo.
—¡Llama a una ambulancia!¡Rápido!¡Y estás despedida!—Sus últimas
palabras la desconcertaron. Sin embargo, obedeció, y rápidamente llamó
al número de emergencia para que pudieran llevar a su jefe al hospital.
—¡Jefe, la línea no funciona! Ahora, ¿qué hago?
—¡Coge mi móvil! —Se acerca a su jefe, y rebusca por sus pantalones
desesperadamente.—¿Qué haces?¡No está allí!¡Lo dejé en el armario!
—Cuando lo abrió, sacó unas piezas de lencería blanca, y empezó a
jactarse.
—La verdad es que no sabía que tuvieras esta clase de gustos, o ¿es que a
su mujer se le ha olvidado? —Le pregunta mientras coge, al mismo
tiempo, el móvil que se encontraba al lado del conjunto.
—¡No sé de qué ríes, si es tuya!¡La última vez te la dejaste aquí! —Se
sintió avergonzada no volviendo a dirigirle la palabra. Tomó el
teléfono, y efectivamente, esa línea iba, siendo capaz de comunicarse
con la ambulancia.
Después, acompañó a su jefe, ignorándolo todavía, hasta la puerta de la
oficina. Esperó junto a él, tomó las prendas interiores mirándolas
fijamente, «¿por qué teníais que ser blancas?» entonces, saco de su otro
bolsillo un bolígrafo de tinta negra, y comenzó a dibujar en ellas.
—Mire, jefe. Un limón. —sonríe con satisfacción al ver su obra de arte
reflejada en el centro de esas bragas que cogía con ambas manos.
—¿Ya se te ha pasado el enfado?
—Creía que el enfadado era usted. — Todavía contemplando la figura hecha
con su boli. —De verdad, ¿estoy despedida? A pesar de que sabe lo de mi
accidente.
—No, tranquila. Solo te sancionaré dos semanas. Después, me pensaré lo
de tu despido definitivo. —Le pone una de sus manos sobre su muslo
acariciándolo suavemente, y observa a la escritora con una expresión
amable correspondiendo, ella, de la misma manera. «¿Dos semanas? ¿Qué se
pensará lo de mi despido? Este hombre está mal de la cabeza.»
Saludos Yas:
ResponderBorrarGracias por la confianza de publicar conmigo y para el taller de Literautas.
Sobre tu relato, lo puedo llamar como una escena en si, ya que contiene la introducción, el nudo y el descenlace. Lo que no me ha encantado, es el uso de las palabras del reto, las cuales las veo metidas con calzador (menos la palabra lápiz), porque pese a la enejación de la protagonista, aún así parecen sacadas del sombrero por obligación.
En cuanto a la forma, creo que haces uso de muchas comas (algo que yo también he pecado). A mí se me aconsejó no cortar las frases, aunque yo creía que las enfatizaba, el lector lo veía como cortes inncesarios para la fluídez del sentido expresado. Si le das una lectura concienzuda notarás a lo que me refiero.
El contenido me parece muy interesante, ya que el miedo a la página en blanco, se convirtió en una obsesión. Son patologías que acarrean no solo una incapacidad en la persona que la padece, sino en aquellos que conviven con las personas que las sufren. Así que es un punto de vista novedoso que me ha parecido un acierto. Y ese jefe libidinoso creo que también tiene su propia obsesión.
Espero que sigas participando del taller, y que disfrutes de la lectura. ¡Nos leemos!
Buenas, Yas.
ResponderBorrarEl principio me gustó mucho, pero el final me pareció bastante extraño y muy caótico, a la pobre chica se le va mucho la cabeza...
A parte de lo que ha dicho K.Marce de las comas, quizás tendrías que repasar las normas para escribir diálogos, hay algunos errores con las rayas de los diálogos, las comas y los puntos.
Un saludo.
IreneR