martes, 17 de abril de 2018

El folio en blanco - Alberto Gárgoles (R)

Estás absorto observando el folio en blanco. Las pupilas ligeramente dilatadas fijan su atención en la limpieza deslumbrante del papel. No piensas, no puedes pensar. Te sientes tan vacío como el pedazo de celulosa que se muestra arrogante ante ti.
Diriges tu mirada un momento, un sólo segundo, al lápiz que se encuentra al lado del folio en blanco, sólo para comprobar que puedes hacerlo, que el folio no te ha hipnotizado. Le ves ligeramente torcido, sin representar una forma totalmente paralela con el lado exterior del folio. Te das cuenta de que hace rato que lo soltaste, antes de pasarte las manos por la cabeza, desesperado, y de que te pusieras a observar anonadado el folio, puro, que aún no has podido ensuciar. Piensas que eso ocurrió hace un minuto, tal vez dos, pero por el rabillo del ojo compruebas que no entra claridad por la ventana, cuando eso ocurrió aún era de día.

Sabes perfectamente cómo es esa sensación. Es como un cosquilleo, como algo que tienes dentro y se revuelve. Pero es algo muy pequeño, y está enterrado muy profundo. Y sin embargo está ahí, lo notas, lo sientes, percibes cómo se mueve y te hace sentir incómodo. Pero es algo tan pequeño que no le haces caso, continúas con tu trabajo, intentando que esa microscópica sensación no desvíe la atención que tu cerebro presta al nervio óptico, por donde fluye toda esa inútil claridad. No merece la pena prestar atención a algo tan pequeño, tan minúsculo, aunque se revuelva y empiece a estar caliente, aunque empiece a quemar, tan minúsculo como toda la materia del universo concentrada en un centímetro cuadrado, que bruscamente provoca un Big Bang.

Y tras la Gran Explosión se crea el universo. La materia comienza a tomar forma alrededor del punto exacto donde se encontraba esa aparentemente inofensiva presión. A tu alrededor todo vuela y se hace trizas. Todo lo que había sobre el escritorio, en este momento se encuentra en un punto indeterminado del espacio a tu alrededor, chocando de forma caótica contra las paredes que limitan tu propio universo, cayendo al suelo sucio que hace semanas que nadie limpia y esparciéndose entre los restos de algo que parece restos de comida y ropa usada. Al mismo tiempo que esto ocurre, como un gorila desquiciado, golpeas con los puños el escritorio del que no has podido sacar nada. Y te detienes. Las manos te duelen y escuchas tu propia respiración. No miras alrededor, te basta con saber que de momento has sobrevivido a tu particular estallido. Sales de la habitación a grandes zancadas, tienes que salir de esa cueva agobiante y huir a algún lugar lejos de ahí. Por ejemplo la cocina.

En la cocina hace frío, la ventana está abierta ¿cuánto tiempo lleva así? ¿desde que ella se fue? veamos, ¿cuantas líneas de texto te ha dado tiempo a escribir desde entonces? cero. ¿Cuanto puede hacer entonces que se fue? todo el tiempo del mundo o nada. Te desesperas, te arrancas los pocos pelos que te quedan. Necesitas un choque, un golpe, una sensación que te coja de los tobillos y te vuelva a poner los pies en el suelo. Lo ves y sin pensarlo, te lo metes en la boca y muerdes fuerte. Cierras los ojos todo lo que puedes, sientes cómo la exagerada acidez te absorbe los fluidos y una lágrima te resbala por la cara. Lo escupes al fregadero. Ves como el deshecho de lo que un día fue medio limón cae destripado. Amigo, ahora no sólo te falta talento, además tienes la certeza de que eres patético. Bravo.

Y vuelves sobre tus pasos, andando despacio, arrastrando los pies, derrotado. No eres más que una sombra en una oscura noche sin luna. Te asomas a la habitación por la abertura que deja la puerta entornada. Está oscuro, pero adivinas la lencería desparramada por los suelos, como la dejaste cuando tuviste la certeza de que ella no volvería. Entras despacio de nuevo en la cueva. Notas el aire viciado. La única fuente de luz proviene de la lamparilla que está en el suelo, milagrosamente no se desenchufó tras la explosión. El lápiz yace pegado a la pared, la punta también ha aguantado el impacto. Te arrodillas y lo recoges. Gateas hasta el folio, que colocas de forma que puedas verlo bien. Indeciso, pudoroso, con timidez, acercas el lápiz al folio en blanco, y llorando comienzas a escribir: «Estás absorto observando el folio en blanco...»

3 comentarios:

  1. Saludos Alberto:

    Muchas gracias por la confianza de publicar conmigo para el taller de Literautas.
    Me gusta comentar a profundidad los textos que leo,siempre comienzo con lo mejorable, terminando con lo que me ha gustado. En el tuyo he encontrado algunos puntos referenciales que ahondaré.

    Me ha llamado la atención el POV que has eligido, el narrador en segunda persona o denominado "romper la cuarta pared". Te comento que en mi forma partícular como lectora, este es uno de los POV que menos me gusta. La razón es sencilla: no se puede escribir todo un texto largo en Segunda Persona. Cuando te diriges al lector con "tu ves, tu sientes, te incomoda..." es considerado por muchos como muy invasivo, aun tratándose de "pinceladas". Este texto todo su contendio es en segunda persona y me resultó abrumador. Si me lo permites, y si deseas, puedes leer una entrada que escribí sobre ese tema: SE BUSCA: POV PARA TU NOVELA
    https://karenmarcescorner.blogspot.com/2016/09/se-busca-pov-para-tu-novela.html
    Te aconsejo que siempre dejes reposar tu trabajo y lo leas después que te has olvidado un poco de él, para que notes algunos detalles que se pasan desapercibidos. El primer párrafo, tienes muy seguido las palabras: el folio en blanco/bloque. Con un total de nueve veces a lo largo del texto, incluído el título. Ahora, no recuerdo si ese nombre se lo dejaste tú, o cuando me lo enviaste no le diste un título y la normativa del taller es que utiliza el nombre de la escena.
    No sé cuánta experiencia tengas escribiendo, a veces sentimos temor de no expresarnos con propiedad, y esto nos lleva a ahondar demasiado sobre algo. Y he notado a lo largo del texto que haces mucho enfásis en determinadas emociones. Lee concienzudamente y notarás en lo que me refiero. Aquí te dejo un ejemplo: "...lo notas, lo sientes, percibes...". Aunque sé tu intención sobre cómo profundizar sobre ese "bloqueo" y la emotividad de la soledaad o el abandono que el protagonista siente.
    Tengo mis dudas sobre el último párrafo, ya que me es muy ambiguo y no entiendo en que va la ausencia de ella, la explosión y todo lo demás... culparé a que son casi las dos de la mañana...

    Me ha gustado mucho, que en párrafos separados y bien delineados has colocado las palabras del reto. Lo que has hace casi invisibles a quienes sabemos que debían ser usadas. Cada una juega a su vez, su propio protagonismo, y ayuda a entender la crisis que el personaje está viviendo.

    Si bien, he sentido la repetición de las palabras para enfatizar algo, creo que con meter un poco la tijera, sí has logrado sentir la situación experimentada. También el bucle final, que nos hace comprender que ese círculo vicioso, puede volverse obsesivo; como suele ocurrir a las personas que sufren de crisis mentales o emocionales.

    Espero que lo expuesto te sea de utilidad, se te brinda con todo el respeto que tu autoría merece; porque creo que todo puede y deber mejorarse, más cuando hay imaginación de sobra. ¡Nos leemos!

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    1. Hola K. Marce,
      Muchas gracias por haber leído el relato y hacer una crítica tan constructiva. No tengo mucha experiencia en escribir, y todas tus observaciones me parecen acertadas.
      Tendré en cuenta tus consejos para seguir mejorando. Un abrazo.

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  2. Hola Alberto Gárgoles: Me ha gustado tu relato. Está muy bien descrita la angustia, el enfado y la ira del protagonista. Lo narras de tal forma que la lectura es muy fluida. Me sobrecoge el final ¿superará el miedo al folio en blanco?

    Sólo una cosa:” ¿Cuanto puede hacer entonces que se fue? - Cuanto lleva acento, porque es una interrogación.

    Gracias por compartir tu relato con todos nosotros. Un saludo, Menta

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