domingo, 18 de marzo de 2018

Una de las doce -Leosinprisa


La puerta del establecimiento chirrió al abrirse con brusquedad. Dos muchachas, una morena y la otra rubia, ambas de singular belleza, traspasaron el umbral seco que las separaba del húmedo ambiente de la imprevista tormenta. Iban con la reverente quietud de una primera visita y se adentraron, en aquel gran local de aspecto vetusto, esperanzadas de encontrar un regalo apropiado que a la vez fuera también único.

—Detesto la lluvia, me estropea el peinado —quejó la rubia mientras obtenía una perspectiva general de aquella tienda. Tenía el suelo de madera, cuidado con esmero, cuyo barniz destellaba con la iluminación de los bien repartidos neones, dispuestos en múltiples estantes, abarrotados de artículos y colocados en una inteligente disposición, donde se podía curiosear, sin molestarse los clientes unos a otros, en su ansiosa búsqueda. Era un lugar al cual habían dedicado mucho tiempo en captar la atención de los recién llegados y, por cuanto pudo observar, con bastante éxito pues numerosas personas no parecían tener intención de abandonarlo.

—Cuantas cosas inútiles —dijo su compañera acercándose al estante más cercano y ojeando las diversas portadas.

—No son inútiles. Se llaman discos y son agradables de escuchar su contenido, aunque existan métodos más directos de oírlos —cogió uno de ellos, por pura casualidad había el retrato de una atractiva bruja de larga melena dorada con un gato negro entre sus manos. Era un disco de extraña mezcla entre música metal, rock y funky cuyo resultado sería un tanto dispar—. Bueno, casi todos son agradables de escuchar.

—Ya sé lo que es un disco, no necesito de tus lecciones —dijo señalando a la portada que su compañera sostenía—. Se parece a ti. Esto es una señal.

—Que graciosa, yo nunca he tenido tan mal aspecto. Y no me gustan los gatos, son sibilinos. —Morgana dejó el disco con cuidado, aunque le hubiera gustado destrozarlo por el tópico que representaba. Odiaba los tópicos.

—Tú también eres sibilina.

—No me gusta la competencia. —La joven muchacha sonrió con una especial frialdad a su acompañante.

—Si no fuera que tengo trabajo por aquí, no habría aceptado tu invitación de seguirte —habló Befana, mirándola con un fingido desdén por un instante y retomando su entretenida labor de seguir contemplando portadas.

—Un regalo para Calipso es importante para mí. Estoy buscando algo especial y tú tienes un peculiar don para ayudarme en este propósito. Y ella pertenece a los tuyos.

—¡Ja! Eso muchas veces no significa nada. Que estupidez de sitio. Sigo diciendo que solo está lleno de cosas inútiles, aquí no encontraremos nada digno de regalar.

—No seas irreverente. La gente te está mirando, procura ser discreta.

—¿Aún crees que deberíamos serlo? Somos Una de las Doce, luminaria y oscura. Estos incautos no saben que están mirando a unas inmortales —habló en voz baja.

—Los mundanos no deben saber de nuestra existencia y deberías comportarte. Hay unas reglas que cumplir, incluso para nosotras.

—Siempre tan comedida. No sé porqué formas parte de las oscuras, estarías mejor entre las luminarias.

—Lo mismo debería pensar de ti, tu carácter intransigente no parece nada acorde con tu alineamiento. Sin embargo, somos lo que somos y hemos sido siempre. Y porque siempre nos hemos ayudado entre nosotras, siempre y cuando no se inmiscuyera en nuestras obligaciones.

—Te repites mucho. Siempre es una palabra muy aburrida, como tú.

Ambas rieron, llamando aún más la atención de quienes les rodeaban, la mayoría absortos en su irradiante personalidad. Morgana buscaba un regalo especial para Calipso, de las luminarias. Una rara edición del tango “Por una cabeza”. Según las indagaciones de Befana podría ser que una de las escasas copias, superviviente al estrago de los tiempos, estuviera allí. Le parecía algo que su amiga luminaria apreciaría como muestra de su eterna amistad.

Todo se debía a la tendencia que tenía Calipso de a la menor excusa bailar tangos. Y lo hacía con una maestría que ningún mundano jamás podría imitar. Se movía como si el suelo entero se deslizara debajo de ella y su cuerpo se convertía en una fuerza sublime. Una armonía sin parangón la acompañaba en sus pasos, convirtiéndola en la máxima expresión de la belleza y el sentimiento que un artista podría conseguir con su creación. Tal vez se debiera a sus poderes innatos como hada, pero Morgana lo dudaba, aquel don era propiedad única de su amiga, sin injerencia de otras habilidades naturales o dones otorgados por ser quien era.

De haber nacido mundana, ahora adorarían cada una de sus actuaciones como si una entidad superior se hubiera dignado atender por un instante a tan débiles seres y así, convertida en diva, en un fenómeno de masas que habría tenido su representación en el cine, con galas en directo y actuaciones por todo el mundo. Pero Calipso nunca actuaría ante ninguno de ellos, era Una de las Doce y había límites que no se podían traspasar.

Aunque ninguna de las antiguas y veneradas leyes de las Doce sería vulnerada por aquel regalo de una amiga a otra.

Uno de los dependientes, un joven de gesto decidido y mirada inteligente, se acercó hasta ellas atraído por las dos bellezas que parecían necesitar de su ayuda.

—¿Puedo servirlas en algo? —dijo con una atrayente voz.

Befana y Morgana se quedaron mirándolo. En otras ocasiones, un mundano cualquiera habría desistido de seguir a su lado, pero aquel joven consiguió resistir el poderoso influjo que ellas ejercían en cualquier ser vivo, y les sostuvo la mirada. Tenía unos bonitos ojos color miel claro, curiosos y llamativos, que se negaban a seguir admirándolas.

—Estoy buscando una rara edición de “Por una cabeza”. Un sencillo del que hay muy pocas copias —contestó Morgana ante el silencio de su compañera más conocedora del artículo que deseaban.

—El famoso tango de Gardel y La Pera, tiene muy buen gusto. Pero si es el disco que supongo es demasiado caro, seguro que puedo encontrar algo más barato...

—Puedo pagar su precio, sea el que sea. El dinero no es un problema para nosotras.
—interrumpió la muchacha rubia al joven que pareció mostrarse indeciso.

—En ese caso, acompáñenme —dijo recuperando la iniciativa mientras los tres caminaban a una parte del local que parecía más exclusiva.

—¿Son turistas? ¿De donde vienen? —preguntó al acompañarlas.

—Tanto se nos nota. Eres un chico muy listo —Befana utilizó un claro tono de burla. Morgana le propinó un leve codazo y una mirada de reprobación. El joven se limitó a sonreirlas hasta llegar a quien parecía ser un encargado, un hombre con mirada hosca y cabello negro que empezaba a ralearle en la nuca.

—Están buscando una rara pieza del catálogo. Un sencillo del tango “Por una cabeza” —habló el joven mientras su superior miraba con desconfianza a las dos llamativas jóvenes que le producían cierto desasosiego.

—Jovencitas, ese es un disco de coleccionista que está previsto llevar a subasta y no un objeto de divertimento. Su precio de salida son cien mil. Seguro que esa misma cifra se quintuplica, es muy codiciado —dijo el encargado seguro de que dicha cantidad las haría desistir de su chiquillada.

—Caballero —contestó Morgana desafiante—, tenemos dinero para comprar ese disco, todos los de su catálogo, los de su tienda, la propia tienda, el edificio donde se asienta, la calle y las manzanas adyacentes, la misma ciudad si nos apeteciera. Y no nos trate como a unas estúpidas niñatas, no lo somos, pues tenemos más experiencia y conocimientos de los que usted nunca tendrá, aunque viviera cien mil veces cien mil vidas.

—Yo no pretendía ofenderlas...

—Créame que si hubiera supuesto tal cosa, lo lamentaría. Además, quiero que la compra se refleje en el sueldo del amable joven que nos ha atendido, con su porcentaje correspondiente por su intervención en la venta —dijo la chica rubia con un tono de voz imperioso, dominante, que no dejaba lugar a dudas sobre su determinación.

El dependiente que las acompañaba la miró agradecido con los ojos muy abiertos, intentando asimilar cuanto podría ser eso en su escasa nómina de empleado. Poco después, realizados los trámites necesarios y pagado su importe, ambas muchachas eran acompañadas por dicho joven hasta la misma puerta del local, portando su preciado regalo.

—No crean que soy atrevido, pero si me lo permiten me gustaría invitarlas a cenar esta noche en un local de prestigio —dijo sonriendo por su buena fortuna.

—Sigue soñando —contestó Befana con desparpajo.

—No hagas caso de mi amiga, nos gustaría complacerte pero tenemos cosas que hacer. Siento no darte esa satisfacción —intentó apaciguar Morgana el desplante de su compañera.

—Lo comprendo. —Parecía entender la situación y la aceptaba.

Morgana fue a coger el picaporte de la puerta y el joven también tuvo el mismo impulso. Las dos manos se rozaron, para el mundano no significaba nada, salvo el roce de una piel suave y agradable al tacto. Sin embargo, para Una de las Doce era un cúmulo de sensaciones, una explosión de vivencias, de vida... y de muerte.

Pudo ver con claridad como, dentro de tres días, el joven Esteban era atropellado por un conductor borracho, al igual que otras cuatro personas, su vida era truncada por un inconsciente. Diez segundos de pura agonía y luego, el destino que ni siquiera ellas, con su onnímodo saber, conocían.

No era habitual que un suceso futuro les fuera revelado. Se trataba de una de esas escasas ocasiones en que sus propios poderes se imponían a sus dueñas y las atormentaban con hechos que nunca hubieran deseado conocer.

Se quedó mirándolo, inmóvil, sopesando ese infausto entendimiento mientras Befana no comprendía la razón de su petrificante estado.

—Cenaré contigo esta noche. Llámame a este número cuando lo hayas dispuesto todo —dijo Morgana entregándole una tarjeta encantada que solo él podría ver. No podía evitarle la muerte, pero estaba dispuesta a que esos tres días fueran los mejores de su existencia, aunque ello le conllevara portar un irritante puño de dolor durante una temporada, para recordarle que su obligación era alejarse de los asuntos mundanos y cumplir los deseos divinos.

Cuando salieron de la tienda su compañera estaba indignada. Había roto una de las reglas que les eran afines a todas ellas, tanto luminarias como oscuras.

—¿Por qué lo has hecho? Sabes que no puedes darle ilusiones sobre algo que jamás podrá ser. —Le reprendió Befana.

La miró con un gesto cansado. Tal vez su compañera tenía razón cuando le decía que parecía más una luminaria que una oscura. Pero una luminaria habría hecho algo para evitar ese infortunio, ella lo permitiría. Era el destino del joven Esteban morir así y nada haría para cambiarlo. Una de sus hermanas oscuras provocaría que el borracho tomara el volante del vehículo y se abalanzara sobre una parada de autobús. La propia Befana impediría que se arrojara sobre un grupo de escolares, pero no podría impedir que unos adultos murieran en su lugar. Unos inocentes a cambio de otros.

“Todos son, al fin y al cabo, inocentes. Incluso el negligente conductor” pensó la rubia bruja de las oscuras, Una de las Doce.

—Son cosas mías, Befana —contestó Morgana mientras abandonaban ese lugar, la molesta tormenta ya había pasado y les permitiría caminar en calma, en dirección a otro de los muchos mundos que les pertenecían, ajenas al tiempo y al espacio, a todo cuanto ataba a los demás seres vivientes, incluso su dolor—. Cosas mías.

4 comentarios:

  1. Leosinprisa:

    Me ha gustado mucho tu texto, sobretodo porque es encantador imaginar que las divinidades antiguas, aun rondan entre nosotros.
    El unico detallín que he notado, es que has usado un lalismo a mi parecer: "Sonriendolas", lo correcto, sería "Sonriendoles", aunque creo que si eres del Sur de América, es coloquial usarlo de esa manera.

    Por lo demás, la historia trágica hacia el joven, me dejó un sabor triste, porque de nada le servirá ganarse tremendo bono, si en tres días estará muerto. Pero, la vida es así, a veces esos golpes de suerte, en realidad no lo son.

    Te felicito por el trabajo. ¡Nos leemos!

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  2. Buenas, Leosinprisa.

    Me ha gustado tu relato. Sabía quién era Morgana, pero de Befana nunca había oído hablar. Me ha gustado conocer a esta nueva figura y su historia.

    También participio en el taller de Literautas, mi relato es el número 20: Canela, vainilla e incienso.
    Te dejo el enlace por si quieres leerlo: http://alemaniaentrebastidores.blogspot.de/2018/03/canela-vainilla-e-incienso.html

    ¡Un saludo!

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  3. Hola Leosinprisa, te agradezco tus comentarios en mi relato. Me gustó mucho el tuyo, realizaste muy buenas descripciones, ya que me imaginé en la tienda y me envolvió la historia. Me dio pesar el pobre chico de la tienda, tuve por un momento la esperanza de que intervinieran y lo salvaran, pero como en una pelicula que recien vi el personaje decia, "A la gente le encantan los finales felices, pero la vida no siempre es asi".
    Saludos

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  4. Hola Leosinprisa

    Entretenido tu relato, se lee fluido.

    Entre los mejorables.

    - En la siguiente oración: "...quietud de una primera visita y se adentraron, en aquel gran local de aspecto vetusto,", me parece la coma debería ir antes de "y" quitar la de "adentraron", al menos a mí me suena mejor al leerla.

    - falta guión después de: burla. Recuerda que los incisos, es como que esa frase se dijera entre paréntesis.

    Gracias por permitirme aprender con tu texto.

    Te dejo el enlace a mi relato por si te apetece visitarme: https://aprendiz-literatura.blogspot.com/2018/03/el-anhelo-de-un-vendedor-de-discos.html

    Saludos
    (¯`•¸•´¯)YOLI(¯`•¸•´¯)

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