martes, 17 de abril de 2018

Dar cera, pulir cera - José Luis (R)

Después de haber sido derrotado por su reciente miedo a la hoja en blanco, Gaudencio Morales, autor atrapado en una fase de falta de ideas, decidió consultarlo con su buen amigo Eufrasio Fernández, quien había triunfado con varias novelas que dominaron las listas de éxitos. Siempre proclive a echarle una mano a un colega de profesión, Eufrasio lo emplazó a visitarlo en su mansión, cosa que Gaudencio hizo al día siguiente.

En la entrevista que mantuvieron, Gaudencio se dio cuenta de lo bien que le iba a Eufrasio, pues pudo observar en su muñeca un elegante reloj de pulsera de oro brillando como el sol. Se fijó que en una de las paredes de la habitación colgaba un boceto dibujado a lápiz de un pintor famoso, probablemente adquirido en alguna subasta exclusiva. Y no podía olvidarse del coche súper deportivo que había visto aparcado en la entrada de la mansión, la cual, por cierto, estaba construida en mitad de una extensa finca, provista de su propia arboleda natural de robles y castaños, un estanque de agua clara con peces japoneses koi, y un coqueto campo de golf. Gaudencio jamás había sido una persona envidiosa de los éxitos de los demás, pero comenzó a sentir la picazón de dicho pecado en el mismo centro de su corazón. ¿Cómo era posible que su amigo hubiese medrado tanto en tan poco tiempo? Sus novelas eran un éxito sin precedentes y la mayoría fueron llevadas con fortuna a la gran pantalla. ¿De dónde salía la inspiración, al parecer tan fértil y fecunda?

—Te voy a ayudar, pero tienes que confiar en mí y hacer lo que yo te diga, sin rechistar.

Gaudencio, a pesar de la buena noticia, desconfiaba de la generosidad de su amigo.

—¿Por qué ibas a compartir tus secretos conmigo?

—Mis intenciones son sinceras. ¿Confías o no?

¡Qué remedio! Gaudencio, aunque por fuera no lo pareciera, por dentro estaba desesperado. Y no se trataba solamente de una cuestión de vender novelas para poder vivir; también estaba en juego su propia estima como artista.

—Está bien, Eufrasio. ¿Qué tengo que hacer?

—Permite que me acueste con tu mujer. Que se ponga su mejor lencería...

—¡¡Qué!!

—Es broma, hombre. Mira, lo primero que tienes que hacer es podar los setos de la finca. En la caseta de mantenimiento hallarás las herramientas. Tómatelo con calma, ya que podar lleva un tiempo.

—¡Cómete un limón! No soy tu jardinero.

—Entonces no quieres mi ayuda...

Gaudencio se tragó el orgullo e hizo lo que se le pidió, aunque le pareciera un dislate. Tras podar los setos, tuvo que limpiar el estanque, lavar el coche, pintar algunas habitaciones e incluso cortar el césped. Estuvo varios días, incluso varias semanas, llevando a cabo diversos encargos de Eufrasio, hasta que un día se plantó y se encaró con él.

—¿Pero tú quién te crees que soy? ¿Tu mono de feria? Ya me he hartado de tus trabajitos. No soy Hércules. Me largo de aquí.

—Ya sé que no eres Hércules. Dar cera, pulir cera*... —espetó Eufrasio, pero Gaudencio no pilló la referencia cinematográfica.

—¿Qué has querido decir con eso?

—Al principio, yo tampoco me lo creía, pero seguí el consejo que alguien me dio en un sueño que tuve cuando me hallaba justo en la misma situación que tú.

—¿Te has basado en un sueño —Gaudencio estaba indignado— para obligarme a hacer todas aquellas tareas estúpidas? ¿Es que no estás en tus cabales?

—Piénsalo bien. Algunas de las mejores ideas nos llegan a nosotros, los escritores, a través de los sueños.

—Esa no es razón para obligarme a ser tu criado particular.

—El ejercicio físico es mano de santo para optimizar los ejercicios mentales que acostumbramos cuando nos ponemos a escribir una novela o un cuento. Estoy seguro de que ya has superado tu miedo a la hoja en blanco. Después de todo, hace semanas que no piensas en escribir.

—¡Me has tenido bien ocupado! —exclamó Gaudencio, pero no lo había dicho con rabia, pues la frase estaba teñida de cierto reconocimiento. Añadió—: Me voy a casa. ¿Gracias...?

—Dar cera, pulir cera —dijo Eufrasio simplemente, con una sonrisa pícara.

Gaudencio se sentía otra persona cuando se puso delante del ordenador. Una idea para una novela se metió en su cabeza y no paró de teclear hasta terminarla. Cuando publicaron su libro, en el capítulo dedicado a los agradecimientos, el nombre de Eufrasio Fernández ocupaba un lugar destacado.

FIN

*Visionar película cinematográfica “Karate Kid”, de 1984.

6 comentarios:

  1. Hola, José Luis.
    Nada mas efectivo que el ejercicio físico para el crecimiento intelectual. Bonita idea la de enlazarla con la película que visiona el mismo consejo. Me gustó tu historia. Si quieres leer la mía, es la nº 26. Nos leemos.

    ResponderBorrar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderBorrar
  3. Buen trabajo amigo. Normalmente digo cosas como "Me ha parecido interesante" o "Me gustó". Pero este es un trabajo bien hecho, con todo y que me hizo reir en la parte de la esposa. Para mi gusto, utilizas bien la puntuación, das la información necesaria para enganchar, y se nota que sabes lo que haces; espero estar en lo correcto. Estoy en elnúmero 27, y te confieso que para nada es mi mejor trabajo, sin embargo hice mi mejor intento para que sea interesante. Nos leemos.

    ResponderBorrar
  4. Buenas, José Luis.

    Un relato muy bien llevado y escrito. Me ha gustado mucho como lo has ido desarrollando.
    Solo una cosa: "pintar algunas habitaciones e incluso cortar el césped. Estuvo varios días, incluso varias semanas, ". Me parece que esos dos incluso suenan un poco repetitivos.

    Buen trabajo, felicidades.

    Un saludo.

    IreneR

    ResponderBorrar
  5. Saludos, José Luis:

    Aquí avanzando en la maratónica de leer a quienes aún no había leído de los textos de abril.
    Me ha gustado el contenido del relato, y la referencia cinematográfica que creo que es de todos conocida. Has cuidado el lenguaje y la puntuación, con algunos caprichitos que son más cuestión mía y que no te los marco porque me metería con el estilo.
    Aunque se percibe la situación de ambos escritores, el miedo al folio en blanco de Gaudencio no lo vi tan marcada. Y la elección de los nombres... debo confesar que al llegar a los comentarios ya había olvidado los dos nombres. Quizá porque nunca los había escuchado; pero para ser un texto tan corto, (y pese a la repetición de los mismos), su misma originalidad, hicieron que no los pudiera grabar en mi mente que es pésima para los nombres.
    Espero que participes para el mes de mayo. ¡Nos leemos!

    ResponderBorrar
  6. Olvide mencionarte algo: evita la repetición innecesaria. Por ejemplo en este fragmento:
    ¿De dónde salía la inspiración, al parecer tan fértil y fecunda?
    fértil y fecunda son sinónimos de lo mismo. :P

    ResponderBorrar