sábado, 17 de marzo de 2018

En la penumbra - Eduardo González Leñero (R)

Nunca se sabe lo que habita tras la penumbra de una mirada.


Fui al cine. Delante de mí, había una mujer. Una fila vacía y luego estaba ella. La pantalla proyectaba mi parte favorita de todas las películas, los cortos. Te cuentan una historia en minutos, con las partes más emocionantes y caóticas del filme. Me gusta el silencio que acompaña las primeras imágenes antes de comenzar, esas donde se leen los nombres de quien hizo la película. No había mucha gente en la sala. Posiblemente la mujer estuviera sola, como yo. Aunque nunca se está completamente solo en el cine, ir sin un acompañante es semejante a encontrarse en una sala vacía, excepto que la gente se queda mirándote, algunos con una mirada sentenciosa, y otros inventando una historia que explique la soledad en un lugar social. Podía ver una parte de su mejilla izquierda, y cuando giraba delicadamente, asomaba la punta casi perfecta de una nariz afilada. El cabello se confundía entrelazándose con las sombras. Me parecía liso y en él, se podía reflejar la noche. La cinta estaba por terminar, el desenlace de la trama se había resuelto y, no podía despegar los ojos de ella, esperando que lo hiciera otra vez y que mi corazón se agitara de nuevo, al verla rotar ligeramente el torso para sellar mi alma con lo que me pareció una sonrisa de lo más serio que jamás haya sentido. Sus ojos negros se mimetizaron con la oscuridad del lugar, dejando en duda, si era dirigida para mí. Discretamente inspeccioné varias veces a las personas que estaban detrás de mí, fingiendo que volteaba por otro asunto me di cuenta de que había en su mayoría parejas, excepto por los de dos filas atrás, que venían de tres. Delante mío, solo ella. Recogía su cabello con la mano izquierda, dejándolo descansar sobre su oreja. Esperaba entonces encontrar esta vez su mirada. Noté que las palomitas y el refresco estaban casi llenas, todo mi interés se centraba en algo más. No podría decir si la película valió la pena, me perdí la mayor parte de ella. Los créditos estaban por terminar cuando se levantó de su asiento, tragué saliva y toda mi energía se agudizo en el centro de mi estómago. Estuve quieto, excepto por mis ojos que la seguían como imanes. Si se volvía a mí con una nueva sonrisa, actuaría por sorpresa al devolverle el gesto. No sucedió nada hasta que se perdió de mi vista. Me levanté de mi lugar dispuesto a seguirla y, mientras recogía todo lo que había en mi asiento, la vi compartir una mirada que duro más de un segundo, con el encargado de la sala. La sangre me hirvió. Dejé todo atrás para salir con prisa, no pude evitar que me detuvieran en la salida para recordarme que la basura debía depositarse en el bote. Me detuve un par de segundos por cortesía intentando no perderla de vista, pues ya estaba por bajar las escaleras y perderse entre la multitud. Tuve que dejar hablando al amable joven para asomarme apuradamente por el balcón. Bajé caminando las escaleras eléctricas sintiendo como si volara detrás de mi objetivo. Imaginé que me veía desde la lejanía.

El centro comercial no era grande, tenía un espacio al centro con la altura total de todos los pisos hasta una cubierta de cristal, por donde se veía el cielo gris, cerca del ocaso. Todas las escaleras se concentraban en ese espacio, de tal manera que se podía ver a la multitud subiendo y bajando. Abajo y a lo lejos, pude notar las mangas rojas que terminaban en los hombros desnudos de la mujer del cine. Sería demasiada piel si su falda fuera un poco más corta. Se dirigía a los baños. Me sentí aliviado, pues me daría tiempo suficiente para librarme de la muchedumbre y alcanzarla. Unas repentinas ganas de usar el sanitario se apoderaron de mí, sin dejarme más remedio que entrar al de caballeros. A pesar de que fui rápido, me preocupaba salir tarde y perderle el rastro. Supuse que ella se tardaría un poco más. Me di prisa y en un instante estaba fuera esperando, al final del pasillo que conectaba con el corredor principal. No se me escaparía desde allí. Por supuesto fingía estudiar unas botas de cuero curtido a mano, que estaban detrás del aparador. Entré en pánico luego de un larguísimo minuto sin saber de ella. «¿Y si salió antes que yo?» pensé. Un impacto en el hombro me obligó a volver de mis pensamientos. El golpe me hizo girar el torso, tenía la fuerza de un caminante. Se trataba de una mujer de cabello castaño y enorme sonrisa. Se disculpó tantas veces como pudo, mientras recogía las cosas que dejó caer al suelo. De haber puesto atención, diría que lo hizo a propósito. Tocó mi hombro cuando me levanté, lanzando una sonrisa mucho más intensa que la anterior, como si se tratara de un hechizo que intentara capturarme. Detrás de ella y fuera de foco, logré ver a la mujer del cine salir a la calle por la puerta de cristal. Entregué a su dueña lo que había en mis manos y avancé precipitadamente detrás de mi objetivo. Escuché que la otra mujer alzó la voz en un último intento por captar mi atención. «No hay problema.» Fue lo único que salió de mi boca. No sé si quiera, si aquello contestaba a lo que me había gritado a la espalda. Nunca una desconocida me había abordado de esa manera, era seguro que se fijó en mí. ¿Acaso acababa de perderme de una oportunidad de oro con aquella chica? Mi mente no estaba clara, pero sí, completamente entregada a la tarea de pararme frente a su semblante oscuro y hablarle. La puerta de cristal se cerró detrás de mí, al tiempo que inspeccionaba los alrededores. Estaba justo allí, como a noventa metros de distancia, en línea recta y sin obstáculos. Parecía más sola que antes, sostenida en sus dos piernas dentro de la tienda de discos, usando unos audífonos con los que se pueden escuchar algunas canciones de muestra. No me dio tiempo de planear la línea con la que me presentaría, así que fingí entrar en la tienda por otras razones, desviándome al área de películas de cine de arte. Si me vieran, dirían que había un crítico de cine echando un vistazo a los viejos discos. A cada rato, levantaba los ojos para cerciorarme de que siguiera allí. En el fondo, quería que justo en ese momento, ella también lo hiciera y chocáramos miradas. Hasta entonces no había logrado capturarla. Tenía en mis manos la caja de “Il Postino” de 1994. La fotografía en la portada me transportó por un segundo, a la noche en que siendo un adolescente, conocí la forma de ver el mar, a través de los ojos del poeta. Levanté la mirada nuevamente, perdido en mis pensamientos. Ya no traía puestos los audífonos, y cuando apenas había dado un par de pasos, se volvió hacía mí, como si descargara un arma de fuego impactando el proyectil justo en mis pupilas. Sentí lo mismo que en la sala de cine. Pensé que tal vez me invitaba a seguirla de una forma extrañamente seductora. Bajó las escaleras que llevaban al sótano donde guardaban viejos discos de géneros musicales poco conocidos, había además unas mesitas en las que, en algún tiempo, se podía sentar a beber algo caliente de la pequeña cafetería abandonada. Me pregunto si en verdad alguna ves eso sucedió, desde que conozco la tienda de discos, la barra está empolvada esperando regresar a la vida. No existía otra salida más que las escaleras, así que espere un rato para bajar, en tanto intentaba tomar algo de valor. Mi sorpresa al incorporar mis dos pies en el piso del sótano fue que el lugar estaría vacío de no ser por ella. Nada en que refugiarse, nadie en quien fingir atención para no resultar obvio. El que no tenía escapatoria era yo. Me resultaba más difícil llegar a ella por sorpresa, así que espere que sus ojos me indicaran el camino. Como nunca volteó, avance lentamente, tocando con las puntas de los dedos las cajas trasparentes de los discos compactos ordenados alfabéticamente en el estante. Era más que obvio que advertía mi presencia, aun así, no dejaba de recorrer los títulos con el dedo índice seguido por el dedo medio, semejando que fueran un par de piernas caminando sobre las portadas. Todo indicaba que nada de lo que yo quería sucedería, tenía mis esperanzas puestas en que no tuviera que ser yo, quien iniciara la conversación. Recordé a mi amigo de la secundaria, que ciertamente no era una persona popular entre los alumnos, no obstante, debo reconocer que guardaba un verdadero valor que despertó al verlo realizar su hazaña, habló con la más bonita de todos los salones y, solo tuvo que decir: «Hola». Lo bueno de que no volteara, era que tenía completa libertad para estudiarla, era bellísima. Llevaba el cabello débilmente sujetado en el centro desde donde caían mechones, enmarcando una delicada línea que dibujaba su cara. «Hola» dije con la voz que sonó en un tono añejo tras largo rato de permanecer en silencio. Nos separaba un gran mueble lleno de discos sobre el que apoyé mis manos. Tardó dos tiempos en fijarse en mí y sucedió entonces su tercera sonrisa. No era como la de la otra chica, no parecía reflejar intensiones codificadas, sin embargo, era completamente cautivadora. Quizás me mantuvo inmóvil durante largo rato, contemplándola. Me devolvió el saludo y no se me ocurrió agregar nada más. No pareció molestarle. Sentía vergüenza de que pensara que quería conocerla debido a que me enamoró desde que la vi, o que supusiera que mis intereses despertaron únicamente al saberla sola. La razón decía que era demasiado tarde para eso, tenía que tener la inteligencia de un frijol para no haberlo notado. En mi mundo, con todas las actuaciones que realicé hasta llegar allí, estaba convencido de que estábamos frente a frente en una tienda de discos, solo por obra de la casualidad. Era claro que ella no debía pensar lo mismo, aun así, creerme la mentira, me ayudaba a suavizar los nervios que sentía en ese intento por conocerla. No se dijo nada más, pensé que todo aquello le parecía un juego y a mí, algo quizás fuera de mi alcance. Me convencí de que su cuarta sonrisa me invitaba a continuar el juego, cuando, mientras subía las escaleras mi guiñó el ojo al tiempo que se guardaba un disco dentro de la ropa, entre el vientre y la falda. Salí de la tienda siguiendo el aroma a perfume que quedó impregnado en el aire que rozó su piel.


Caminamos cerca de media hora, como dos enamorados que llevan toda una vida tomados de la mano, solo que en este caso, ella lo hacía una cuadra más adelante y yo, soñando desde atrás.

La mujer se detuvo luego de recorrer algunas manzanas. Generalmente prefiero no desplazarme caminando pues me asusta perderme demasiado en mis pensamientos. Esa vez no lo noté, quizás caminamos alrededor de media hora y en mi mente solo transcurrieron un par de minutos. Giró el cuello en dirección a la calle para vigilarme por encima del hombro y de reojo. Bruscamente atravesó un cancel abierto entre dos paredes que abarcaban un poco más de la mitad de la cuadra. La luminaria de la calle estaba rota, lo que me dificultaba reconocer el lugar. Todo permanecía oculto detrás de las sombras. Atravesé la puerta de metal tras unos momentos en los que, aun en la banqueta, contemplaba el interior. No hubo movimiento ni señales de la mujer y el silencio se apoderó de lugar. Mis movimientos eran temerosos, inspeccionando los alrededores del pequeño patio que apenas dejaba entrar un rayo de luna, que iluminaba los bordes de una fuentecita de cantera sobre la que descansaba un gato. Primero vi sus patas, subiendo en cámara lenta hasta chocar con un par de luces amarillas que me veían con una fuerza que atravesaba toda mi existencia. Me detuve quedando inmóvil en la pose que tenía, al tiempo que se me erizaron todos los vellos del cuerpo, luego de sentir aquella mirada casi humana. El miedo, algunas veces, actúa por cuenta propia tratando de decirnos algo. No escuché y sin pensar, avancé tres pasos hacia el gato que parecía una estatua que solo movía la cola de vez en cuando. La oscuridad me entraba por las pupilas llevándome al borde de la ceguera. Un cosquilleo eléctrico subió por mi espalda hasta la cabeza. Pensé en la mujer rubia del centro comercial, era como una especie de luz en la penumbra en donde me había metido. El lamento de las aves me regresaba al presente, desafiándome. El patio estaba rodeado de ventanas de las que no brillaba ninguna luz. Me sentía inmerso en un espacio apartado del mundo, un lugar donde el tiempo se ausentaba por largo rato. Retrocedí lentamente sin dejar de vigilar al gato que me contemplaba quieto. Temía que al moverse se desatara el terror en mí. Era claro que me había topado con otros gatos a lo largo de la vida, pero ese era diferente, o lo era quizás la pesadez de aquel sitio. Cuando la distancia entre el gato y yo era la suficiente para escapar, di media vuelta de prisa. Se heló mi corazón, la sangre parecía no haber existido nunca en mi cuerpo. Sentí un choque de hielo que se apoderó de mi piel. La mujer estaba de pie, frente a mí, con los ojos de fuego hechizando mi alma a través de los míos.

Desperté en una habitación, atado y con los ojos vendados por un pañuelo casi transparente que me dejó ver sombras de lo que me rodeaba cuando finalmente recuperé la cordura. El terror en mí nunca me dejó. Mis ojos completamente abiertos luchaban por distinguir los objetos sobre una gran mesa, aunque la única imagen clara se reproducía en mi mente como un grito de ultratumba, aquel par de ojos forjados de maldad pura. Entre persistentes escalofríos y mi pecho temblando al ritmo de mi respiración, se reproducía un sonido por la fricción de mi pantalón con las patas de la silla de madera. El ruido de mi existencia me recordaba que estaba vivo, como una música liviana que te reconoce cuando todo el sonido se ha ido. La oscuridad se hacía espesa y casi podía sentir como me tocaba, cuando un canto llamó mi atención. Era el canto de una mujer que no decía palabras, solo entonaba algunas notas con la voz de un ángel. Mi cabeza estaba sujetada por dos varas atornilladas al respaldo de la silla, no podía ver más allá que la mesa que estaba frente a mí. Se escuchaban pasos y el ruido de objetos golpeándose entre sí, o contra una mesa. Transcurrieron momentos eternos en los que me atormentaba por haberla seguido hasta aquel sitio. Horas antes fui señalado por la oscuridad y seducido hasta los aposentos del diablo. Una luz se cruzó en mi camino con la sonrisa de aquella chica de cabellos rubios. Debió significar algo, después de todo, fue esa la primera vez que una mujer se fijó en mí, intentando llamar mi atención de una forma directa, casi emergente, luego de pensarlo algunas veces, como si intentara salvarme de algo quizás. Fui señalado por la luz de igual forma, y yo la apagué como a una vela que se lamenta con un hilo de humo elevado al cielo poco después de haberse extinguido. Al fin se atravesó una silueta, sacudiéndome las entrañas. Estaba de espaldas y cantando, concentrada en lo que agitaba con las manos sobre la mesa. Sus movimientos se parecían a los de alguien que está cocinando. Ojeaba un libro y a cada rato, me vigilaba sobre su hombro. No podía distinguir sus ojos, pero conocía bien su mirada sobré mí. Me horrorizaba, emanaba el mismo fuego que habita en el infierno. No se parecía a la mujer que encontré en el cine, estaba diferente y, con un vestido antiguo que me enchinaba el cuero. Si la vieran, dirían que habían puesto el rostro de un ángel sobre el cuerpo de una anciana sin vida. Su rostro se marchitaba cuando trataba de enfocar a través de la tela sobre mis ojos, avanzando hacia mí, pronunciando palabras roncas y furiosas desde una voz suave. Luchaba por zafarme de las cadenas que me tenían allí, indefenso y con el alma a punto de soltarse de mí. A cada paso aumentaba el volumen de la voz hasta estar cerca de convertirse en gritos que retumbaban, al ritmo de mi cuerpo temblando y con la piel de hielo. Tocó mi mejilla con toda la palma. Sabía que detrás de la tela me esperaban esos ojos negros en los que me perdería en un momento perpetuo. Arrancó el pañuelo violentamente y un parpadeo pausado reveló el ser perverso que me contemplaba como un depredador a su presa. La mueca de una bruja se dibujó frente a mí al torcer el cuello y sonreír, no para mí, sino por la misma satisfacción que un diablo al devorar el alma. Dejó asomar una dentadura de colmillos puntiagudos al tiempo que se le escapo una risita aguda que llenaba mis tímpanos creciendo. Sus ojos devoraron los míos, clavó sus uñas en mi cuello, con firmeza aseverándome que me tenía y, tras unas palabras que me parecieron un gruñido, nuestras pieles se tocaron. Mis labios fueron suyos en el beso de la bruja. Todo se volvió pesado. Comenzó el ritual enérgico, entre gritos y susurros, entre besos que se llevaban una parte de mi alma hasta quedarme con solo una gota de vida. Cerré los ojos, sonaron tambores, y todo se volvió blanco.

8 comentarios:

  1. ¡Hola Eduardo! Primera vez que te leo.
    A Pesar de ser un historia larga, es muy buena, tiene sus aires de misterio. pero he de decir que me resultaba predecible, porque el reto era usar la palabra bruja y si leemos una historia como la tuya de una chica seductora y guapa que voltea a ver a otro chico y que de cierta forma le seduce, podemos imaginarnos a donde va la historia.

    Un consejo, separa los párrafos en secciones más corta, porque no todo es punto y seguido.

    Por si gustas leerme, el mio esta dos arriba al tuyo.

    Un gusto leerte.

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    1. Gracias Cesar. Nunca lo pensé, hasta ahora que te leo (lo predecible), gracias por decirlo. Y sí, sufro con lo de los párrafos, no se donde separar y donde no, trabajare en ello. Ya te leí, también te dejé un comentario, no había visto el tuyo por acá.

      Saludos e igualmente un gusto.

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  2. Hola Eduardo. Me gusto mucho tu relato. Tiene una narrativa muy buena que dan ganas de seguir leyendo. Te diré que no lo sentí predecible, pues en todo momento pensaba en como me sentiría yo, si un hombre desconocido me siguiera sin pronunciar palabra, talvez por una sonrisa mal interpretada. Pero el cazador resulto cazado. Me gustó mucho espero poder leerte en otro momento. Saludos

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    1. Hola. Agradezco mucho tu comentario, en verdad significa mucho. Me gusta mucho leer las diferentes formas en que cada quien, percibe los relatos, no solo del mío, sino de todos los demás. Yo también espero leerte pronto. Un abrazo.

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  3. Hola Eduardo González Leñero: Tu relato me ha gustado. Lo he leído con atención porque debo corregirlo (estoy en el número 13).

    Cada reto lo has ido desarrollando en un ambiente diferente, por eso, es un poco largo, pero no pasa nada porque esta vez el número de palabras era libre.
    He visto algunas cosas que podrías mejorar, si estás de acuerdo conmigo, claro:

    1. En este párrafo "Posiblemente la mujer estuviera sola, como yo. Aunque nunca se está completamente solo en el cine, ir sin un acompañante es semejante a encontrarse en una sala vacía, excepto que la gente se queda mirándote, algunos con una mirada sentenciosa, y otros inventando una historia que explique la soledad en un lugar social"

    No entiendo lo de "Posiblemente", o está sola o no, porque la está viendo sola desde que se sentó en la butaca. Tampoco entiendo lo que significan las frases siguientes. Creo que debes separar alguna frase con punto, porque están colocadas unas frases detrás de otras y se refieren a cosas distintas.

    2. Aquí hay varias cosas:

    a) "La cinta estaba por terminar" yo diría mejor: "la cinta estaba a punto de terminar"

    b) "el desenlace de la trama se había resuelto y, no podía despegar los ojos de ella" Para mí el significado de esta frase es que no podía dejar de mirar la película. Pero sigo leyendo y –ella-se refiere a la mujer. Lo deberías poner, para que no haya confusión. Algo así "no podía despegar los ojos de la joven"

    c) Continúas escribiendo pero está poco claro: "esperando que lo hiciera otra vez y que mi corazón se agitara de nuevo" ¿Hacer el qué? ¿A qué te refieres?

    3. Pones: "Noté que las palomitas y el refresco estaban casi llenas, todo mi interés se centraba en algo más"
    En lugar de casi llenas —casi sin tocar-

    Por otro lado, hay un fallo de concordancia: "Palomitas" es femenino pero refresco es masculino, sería casi llenos. También podrías poner -el cubo de las palomitas y el refresco-. Los dos masculinos, entonces si puedes poner "llenos"

    "todo mi interés se centraba en algo más" Debes especificar cuál es tu interés porque queda un poco coja la frase.

    En conclusión: tu tienes en la cabeza muy claro lo que ocurre pero omites muchas cosas. El lector te sigue con esfuerzo.

    4. Escribes: "Abajo y a lo lejos, pude notar las mangas rojas que terminaban en los hombros desnudos de la mujer del cine. Sería demasiada piel si su falda fuera un poco más corta" No entiendo estas dos frases: ¿las mangas terminaban en los hombros desnudos? Eso es muy raro (consultaselo a una modista). La siguiente frase tampoco la entiendo: "Sería demasiada piel si su falda fuera un poco más corta"

    5. Me di prisa y en un instante estaba fuera esperando, al final del pasillo que conectaba con el corredor principal.
    Sin la coma.

    6. "cosas que dejó caer al suelo" Las personas cuando dejamos algo, en esta acción entra nuestra voluntad. En este caso, la caída del bolso, fue un accidente, por lo que sería mejor algo así: "las cosas que se cayeron al suelo"

    7. "No sé si quiera, si aquello". "Siquiera" es todo junto.

    8. "Me pregunto si en verdad alguna ves eso sucedió" Aquí es -vez-, en lugar de ves.

    9. "Cuando la distancia entre el gato y yo era la suficiente para escapar" Debe ser -fue-.

    10. "mientras subía las escaleras mi guiñó el ojo" Es –me- guiñó un ojo.

    11. Esta frase está construida de una manera muy rara : "El terror en mí nunca me dejó" ¿Podría ser: El terror nunca me dejó?
    Ha sido un placer corregirte el texto.

    Enhorabuena, un saludo, Menta

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  4. Menta, muchas gracias, te has tomado muchas molestias para corregirme, que buena eres. Creo que estoy de acuerdo con todo, incluso después de publicarlo lo leí nuevamente y me encontré con muchas cosas raras.
    Sobre el punto uno, no supe escribirlo, con "posiblemente", me refería a que quizás llegara su acompañante en cualquier momento. Me ha pasado, que algunas veces hay personas solas, esperando a que su pareja llegue con las golosinas.

    Te agradezco nuevamente por el tiempo dedicado

    Un abrazo.

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  5. Saludos Eduardo:

    He leído con atención tu relato y los comentarios que han suscitado del mismo.
    Empiezo con las mejoras: Coincido con César,sobre los bloques tan largos. A mí en lo partícular no me molestan (Leo a Saramago), pero para crear un poco de más orden y no cargar al lector, es conveniente separarlos.
    Noté que escribes frases muy largas. Hay una que contiene casi sesenta palabras. La regla es que no sea mayor de veinte. Se aconseja escribir frases largas y cortas intercaladas; así la lectura se hace más fácil. Y te ayuda a ser mejor comprendido; sobretod en textos extensos.
    Sobre tu inquietud de cómo separar párrafos. Puedes hacer una separación por cambio de tema, tiempo, escenario,flashbacks, etc. Según la historia, irás detectando cuando se puede hacer ese espacio. Que muchas veces se solventa con un simple, punto y aparte.

    Las sugerencia que te dejó Menta, coincido con algunas, no con todas, ya que sí comprendí a qué referías sobre puntos que a ella le resultaron confusos. Pero sí coincido con las mejoras ortográficas y de redacción. Y las mangas terminan en las muñecas de las manos, no los hombros... jejeje, por eso ella te lo hace saber.

    La historia tal como dijo Wanda el cazador resultó atrapado, y se observaría que esa "obsesión" por una extraña no era simplemente por su linda sonrisa, sino la maléfica influencia de ella sobre él. La trama parece iniciar con una larga introducción de cuánto lo ha impresionado la mujer, para saltar a un creciente miedo a terror que vive el protagonista, y caer en que su final no fue muy agradable.
    Y eso me hace pensar, que a veces eso pasa en las relaciones, te imaginas a la princesa o principe y terminan siendo unos brujos que te arruinan la vida...

    Un plácer,¡nos leemos!

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  6. Hola K. Marce.

    Muchísimas gracias por leerme y por tomarte el tiempo de escribir tan amables comentarios.

    Me da mucha risa con lo de las mangas... jajajaj, al final dejaré una foto de la blusa que imaginaba que llevaba puesto la bruja.

    Mi escritor favorito es José Saramago, así que tampoco me molesta una vez que te sumerges en las letras. Claro que entiendo el punto y ya lo estoy aplicando en mis nuevos proyectos. Gracias por lo de las frases tan largas, también prometo mejorarlo.

    Me alegra que la historia tuviera sentido para ti, quiero decirte que me gusta la relación que encontraste con la vida, no lo había pensado así, pero ciertamente tienes razón.

    Gracias por todo, un abrazo.

    P.D. No puedo adjuntar la foto, pero es una blusa que va descubierta de los hombros y sí tiene mangas, hay de muchos tipos.

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