lunes, 18 de junio de 2018

El hombre afortunado - J. M. Fernández


Llevaba un hacha en la mano. Había decidido cortar varias ramas del gran pino que colgaba sobre su piscina. El árbol no estaba en su propiedad sino en la vecina, cuya dueña era una octogenaria que tenía abandonados tanto el chalé como la parcela que lo rodeaba. Ya le había avisado varias veces de que tenía que arreglar el problema; como no había tenido respuesta alguna, ayer decidió que había llegado la hora.
Siempre se despertaba pronto, al amanecer. Su reloj biológico se acompasaba con los primeros trinos de gorriones, jilgueros y verderones. Eran su despertador natural. Cuando comentaba esto a sus amigos o compañeros le decían que era un privilegiado, admiraban su suerte.
Tras vestirse salía a la explanada daba acceso a la piscina y se fumaba el primer cigarrillo del día. Desde allí contemplaba cómo las primeras luces aparecían en la línea del horizonte, tiñendo de malva el cercano mar. Decía que el sabor de ese cigarrillo era inigualable; el homo que lanzaba se diluía en una atmósfera fresca y nítida. La contemplación del paisaje que desde allí veía, un pequeño valle que se abría al mar, le serenaba.
Desayunaba después, leyendo las noticias en el ordenador y luego se dedicaba a arreglar el diminuto jardín o a cuidar los pocos frutales que completaban la superficie de la parcela, encaramada en la falda de una colina.
Luego salía a pasear, lo hacía leyendo. Leía, leía mucho. También cocinaba y escribía algo. Algunos días se iba a ver a su familia, otros a almorzar con los amigos. Estaba jubilado y vivía solo desde hacía tiempo. Le gustaba la soledad; cada vez le resultaba más difícil la convivencia continua con alguien, pero no se consideraba un misántropo.
No necesitaba nada más. Pensaba que vivía feliz y no tenía quejas ni demandas a la vida.
Le costó un gran esfuerzo encaramarse en el pino, pero lo logró. Comenzó a cortar algunas ramas, pero la más gruesa se le resistía. Hizo un movimiento brusco para asestarle un tajo y cayó de bruces sobre el suelo de la vacía piscina. Gritaba de dolor y no podía mover la pierna, seguramente se la habría roto. Gemía y maldecía al mismo tiempo. Sabía que pasaría allí mucho tiempo, contemplando aquel rectángulo de cielo azul, padeciendo un dolor insoportable. De vez en cuando gritaba pidiendo ayuda, pero nadie respondía. Al atardecer oyó un coche, chilló y obtuvo respuesta. Luego se desmayó.



10 comentarios:

  1. Saludos desde Venezuela. Esta bien escrito pero me parece que es muy descriptivo, cuentas mucho y tiene poca accion para un micro relato. Hubieses aprovechado que esta vez el limite es de hasta 2000 palabras para poner un poco mas de accion en el relato.

    Por lo demas me gusto y bueno tuvo suerte de solo romperse una pierna y no matarse :S Si puedes y quieres pasa por mi relato comentando (el 5). Y aprovecho para invitarte a mi canal de youtube dedicado a micro relatos propios. Saludos y sigue escribiendo.

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  2. Me gusta la idea. No estoy tan de acuerdo con el armado y la proporción.
    Empieza planteando la cuestión de fondo, sigue con una introducción al personaje que se me hace demasiado extensa y detallada y después vuelve al nudo y el desenlace. En el tercer párrafo falta un "que" después de la palabra explanada y pone homo en lugar de humo.
    Gran idea, bravo intento, felicidades.

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  3. Hola! Concuerdo con Daniel Escobar, creo que dedicas mucho del relato a la descripción de la vida del hombre y muy poco a la acción, pero creo que la idea es muy buena, aunque de primeras no entendí porqué había sido afortunado jaja, pero me gustó. La narración es simple y ligera. ¡Buen trabajo! :D

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    1. Gracias, en efecto la felicidad era su rutina solitaria.

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  4. Hola J.M. La idea del relato es buena, pero siento que le hizo falta algo. La descripción de la rutina del personaje se llevó la mayor parte del relato (tal vez porque de esa manera querías resaltar lo afortunado que era al vivir de la manera que él quería), dejando muy poco lugar al problema que después tenía que enfrentar. Tal como te sugirieron antes, creo que deberías desarrollar el final un poco más.
    Saludos!

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  5. Leosinprisa

    Hola J.M. Fernández, una curiosa historia donde una persona jubilada disfruta de sus días lejos del ajetreo de la vida cotidiana. Un hombre que vive de acuerdo a lo que su corazón le dicta, sin obligaciones ni cargas familiares, solo para él.

    El mayor problema es que estar solo, y a ciertas edades, es un tanto peligroso, aunque das a entender que llegará el auxilio con la última línea de tu texto, creo que podías haber extendido dicho relato y haber puesto algún elemento de tensión, más que nada para el disfrute del lector (nos gusta ver sufrir, un poco, tampoco sin pasarse, a los personajes).

    Yo arreglaría este trozo:

    "Tras vestirse salía a la explanada daba acceso a la piscina y..."

    habría puesto,

    "Tras vestirse, salía a la explanada que daba acceso a la piscina y..."

    me parece que queda mejor así. Agradecerte el comentario a mi texto, ha sido un placer leerte. Un saludo.

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  6. Leosinprisa

    Un apunte a lo que me comentaste de mi texto:

    Los borgoñones eran aliados de Inglaterra en la guerra de los Cien Años, y ellos fueron quienes capturaron a Juana de Arco para entregársela luego a los ingleses. No era más que un guiño histórico. Un saludo.

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