Por
alguna extraña razón, ese pequeño ser sabía muchas cosas. Estaba escondido con
sus otros hermanos en la cueva del dragón, que no era otra sino su propia
madre. Él contemplaba a los que dormían en ese oscuro, húmedo pero también
cálido lugar.
Su madre
pertenecía a la rara y selecta clase de dragones del agua, una especie más
hermosa que los terrestres. Su cuerpo era esbelto, cubierto de escamas
semejantes al topacio azul; estaba enrollada en sí misma, arropada con sus
potentes y espléndidas alas, calentando bajo su vientre todos los tesoros
acumulados en centurias. Aquellas riquezas ofrecidas por antiguos reyes en pago
para que se mantuviera alejada de las villas y los reinos; otros tantos tomados
como botín durante sus destrucciones. No sentía mayor dicha que dormir sobre
monedas de oro y piedras preciosas.
Los
hombres temieron a los dragones, pero con el pasar de los tiempos, el olvido de
lo que era real se convirtió en leyenda. Los testigos de sus avistamientos
fallecieron y la humanidad nunca los verían de nuevo. Porque vivían largo
tiempo, asimismo necesitaban descansar, refugiándose en sus escondidas cuevas.
Más por la propia supervivencia de la especie, ese letargo de centurias, donde
hibernaron acurrucados en sus tesoros, los hizo despertar. Muchas hembras
habían fallecido, o fueron asesinadas durante sus sueños, no así la dragona del
agua. Por lo que los machos sobrevivientes llegaron hasta su cueva, y su
vientre engendró hijos e hijas. Ella fatigada volvió a echarse sobre el dorado
lecho.
En
aquella cueva, el único que nunca dormía era Éigríoch, el último en ser
engendrado. Todos sus hermanos y hermanas, presumían las cualidades que
heredarían de sus progenitores. Lo miraban con desprecio por su tamaño y sus
escamas transparentes, con un cuerpo abultado y feo. Se burlaban a su vez que
él jamás hablaba de su padre, por no ser extraordinario. Por eso, prefería
vigilarles el sueño y no escuchar las burlas que le hacían cada vez que estaban
despiertos.
Sus
hermanos y hermanas adquirían aquellas cualidades que pronunciaron con orgullo.
Los que tenían padres terrestres, desarrollaron alas en sus lomos, aquellos aún
con cuerpos de serpientes, tendrían la capacidad de volar. Algunos eran hijos e
hijas de los temibles dragones de fuego. Otros lanzarían humo y hielo. No
faltaba el que presumía que le saldrían otras siete cabezas, o los que decían
que reclamarían sus reinos ubicados en los cuatro puntos cardinales. Sin faltar
quienes proclamaban que moverían las aguas, la Tierra y hasta las mismas constelaciones.
Al ir
creciendo, se movieron de aquella cavidad para trasladarse a otra, y el pequeño
volvió a llegar de último. Su transparencia no era atractiva a los ojos de sus
hermanos, quienes se alejaban evitando tocarlo. Mientras que en ellos, el color
en sus suaves escamas comenzó a abrillantarse con colores diversos e intensos,
azules cobalto, verdes esmeraldas, borgoñas, plateados o dorados, un completo
arcoíris que se echaba a dormir uno al lado del otro, esperando el día de
abandonar ese agujero. Pero Éigríoch no reflejaba los cambios de la
metamorfosis que atravesaba, guardaba silencio y observaba, siempre en vela.
La algarabía de unos despertó al resto, el
hijo de Ladón ya no estaba. Estaban seguros de que por sus cien cabezas había
abandonado la cueva primero. Él se autodenominó guardián, protector de la gruta
abismal, los ciento de lenguajes que comprendía le permitirían explorar el
mundo. Según aquellos, volvería a dar las noticias de lo que vería afuera. Se
consolaron todos creyendo tal cosa. Porque cada vez que un pesado sueño les
vencía, uno de ellos abandonaba la guarida, comprendieron que no regresarían de
nuevo. Creían que cuando se contemplara su transformación, también partirían
como lo hicieron sus hermanos mayores.
Los
últimos en irse fueron, los hijos de Amaru, que gobernaba las aguas y la vida;
le siguió el de Leviatán, el rey del fondo del mar. Quedaron entonces solos, el
que engendró Ryūjin, autoproclamado el rey de los océanos, con la capacidad de
convertirse en humano a voluntad, y Éigríoch, el pequeño que no hablaba nada,
quien lo miro fijamente a los ojos. Una voz potente salió por aquella otrora
quieta boca, y pronunció las palabras:
—Ahora,
hermano mío, voy a decirte quien es mi padre: los hombres y las bestias lo
conocen como "El Innombrable", el más temido de todos los dragones
que han existido. Su cuerpo es de humo, su aliento es de éter, dador de sueños
y pesadillas. Puede percibir las vanaglorias y los temores de cualquier ser
vivo. Su mayor cualidad es que cuando mata, roba la esencia de su víctima y yo
heredaré lo mismo que él. Así que tomaré lo tuyo, tal cual hice con ellos: un
día me convertiré a voluntad en hombre, caminaré entre las naciones, me rodearé
de reinas y reyes, seré tan benevolente, para que me adoren y tan despiadado,
para que me teman.
Y sin
misericordia mató a su hermano como lo hizo con el resto. Fue entonces que por
fin pudo dormir profundamente. Mientras dormía, la corriente lo arrastró a otra
recámara, y su metamorfosis se completó, cuando su cascarón comenzó a formarse.
Después,
la madre durmió sobre el nido por un tiempo, el crujido de su nacimiento se
escuchó. La dragona del agua, vio realizado un milagro en aquél único huevo,
del cual nació una hermosa y potente criatura de ojos profundos, capaces de
verlo todo. Eran tan negros, iguales a la vastedad del universo. Sus escamas
translucían como prismas, con destellos en esplendoroso tornasol; sus enormes
alas de diamante, destellaban más que las estrellas.
—¿Tu
padre te dio nombre, majestuoso hijo mío?
—Sí,
madre. Mi nombre es Éigríoch... que significa: el que es Infinito.
NOTA DEL AUTOR: La palabra "éigríoch" es de origen irlándes, y la pronunciación variaría de la zona, he elegido que se ubique en el centro de Irlanda, ya que hay lagos en esa área y concuerdan más con la pronunciación del dialecto Connacht, que le daría la madre: "EGRÍGJ"
ResponderBorrarAunque la leyenda dice que los dragones nacen por huevos, he traslado a lo que en la naturaleza ocurre en realidad con algunas especies de tiburones, en donde los tiburoncitos deboran a sus hermanos en el vientre de la madre, quedando vivo el más fuerte. Para "crear" un huevo, el proceso pasa por cinco cámaras en el oviducto, hasta la última que es donde la yema y la clara (fecundados o no) se recubren del cáscaron, y solo así puede ser expulsado. Así que estos datos son factibles ya que son existentes en la naturaleza. Todo lo demás es producto de la imaginación, ya que no hay fuentes que respalden la pre-consciencia en los dragones.
Leosinprisa
ResponderBorrarHola K.Marce, me complace mucho (soy fan de dragones y demás bestias mitológicas) ver que has escrito sobre un dragón "real". Es un universo tan vasto y agradecido, que cualquier historia que se escriba sobre ellos es válida, tanto por tu aporte de imaginación como por el placer de leerlo.
Se agradece también tu nota sobre el origen de su nombre como dato aparte que aporta más riqueza a tu historia. Se nota el interés y aprecio que tienes por estas criaturas y es gratificante para quienes lo leemos y sentimos ese mismo cariño por dichos seres.
Lo he disfrutado mucho, desde el principio hasta el final. Muchas gracias por este regalo literario. Ha sido un placer leerte. Un saludo.
Buenas, K.Marce.
ResponderBorrarMe ha encantado como ese que parece ser el Patito Feo, acaba siendo el mejor de todos, me ha gustado ese giro y esa manera que has inventado sobre el nacimiento de los dragones. Aunque es una pena que con todos los que había solo haya podido quedar uno.
He encontrado una frase que me ha sonado extraña:
- "que no era otra sino su propia madre. ". Me parece que después de sino falta un que, ¿no?
Y creo que en algunas ocasiones escribes comas donde no deberían de ir:
- "Todos sus hermanos y hermanas, presumían las cualidades que heredarían de sus progenitores.".
- "Los que tenían padres terrestres, desarrollaron alas en sus lomos".
- "Los últimos en irse fueron, los hijos de Amaru".
No estoy muy puesta en esto de las comas, pero esas me han llamado la atención por partirme las frases en mitad y el ritmo mientras lo leía.
Pero de todas formas me ha gustado mucho leerlo. Muy original.
Un saludo.
IreneR
Buenas tardes K. Marcé: Me ha gustado muchísimo tu relato. Lo has descrito como la historia de una saga mitológica antigua y ha quedado muy bonito.
ResponderBorrarLo de las comas que dice IreneR, aunque no me había fijado, leyendo ensimismada, tiene razón. Repásalo para que quede perfecto.
Un saludo, Menta
Hola K.Marcé,
ResponderBorrarSiempre agradecida por tu esfuerzo en épocas de "recesión", quiero decirte además, que la ilustración que elegiste me pareció bellísima.
En cuanto a tu historia, debo decir que me encantó y que está realmente en la línea de las viejas leyendas o mitos fundacionales. Tu nota al pie es muy interesante y ayuda al contexto y al tono de todo el relato. (Ahí se te escapó un error ortográfico: n es "deboran" es "devoran". Sin importancia y fácil de corregir). Por lo demás el tema comas, como ya te han dicho, vale ser revisado.
Un relato muy interesante y de muy buen nivel.
Un abrazo
Hola KMarce
ResponderBorrarComentarte que he leído varias veces tu cuento porque no he logrado conectar con él, tu explicación me ayudó un poquito, pero ha de ser cosa mía.
Ya te ha mencionado algunos mejorables, te aportó que siento que pierde continuidad la parte que hablas de los hombres temían a los dragones y luego retinas, es mi percepción.
Disculpa si no me extiendo más, es que estoy con limitaciones tecnológicas como ya explique en literaturas.
Nos seguimos leyendo.
(¯`•¸•´¯)YOLI(¯`•¸•´¯)
Retinas=retomas
BorrarHola K.Marce. Soy Cualquiera. Tu relato es una especie de cosmología del mundo dragón. La densidad de las descripciones y el cuidado en la elección del vocabulario y los nombres de los dragones, lo hacen un relato muy curioso. A los que nos gusta la mitología, nos regalas el retrato de una especie con muchos matices, una biografía fantástica muy detallada y bien convertida en historia. Me gustó leerte. Gracias.
ResponderBorrarComo Leosinprisa tengo curiosidad por los dragones, (posiblemente por llamarme Jorge). Naturalmente, soy enemigo de eliminar una especie tan maravillosa como son, o debieron ser, estos bellos durmientes. Lastima, o suerte, que su ciclo vital sea poco compatible con el nuestro.
ResponderBorrarFelicidades por tu relato.