Llevaba un hacha en la mano. En esta ocasión era de atrezo y no de
verdad. Podía notarlo en el peso, en su tacto, pero aun así…le traía
recuerdos.
Javier tenía clara la escena y recordaba perfectamente su diálogo. Se
sabía el guión de pe a pa y, lo más importante, había realizado con
anterioridad un interpretación mucho más real de aquello.
—Bien, chicos, vamos a repetirlo una última vez. Tú, Paula, mujer.
Asústate un poco más que ves venir a tu marido con un arma en la mano
para matarte. No grites como si te trajese un regalo. Quiero terror no
sorpresa.
Agustín, el director de aquella obra de teatro, era un completo
perfeccionista, valga la redundancia. De hecho, completo y perfecto eran
dos palabras que usaba mucho.
—Quiero que esta escena salga completamente perfecta. Es la última, con ella dejamos caer el telón y esperamos oír los aplausos.
—Yo no entiendo por qué tenemos que hacer un espectáculo tan trágico. Se
supone que es para las fiestas del pueblo, deberíamos haber optado por
una comedia —respondió Paula. Era una actriz joven, muy alegre y siempre
estaba de broma. Llevaba actuando en los festejos patronales desde que
tenía trece o catorce años. Sobre todo le gustaba hacer monólogos, y la
verdad es que a la chica se le daba bien, siempre sabía sacarle al
público las carcajadas. Los dramas no eran lo suyo, decía.
—Sí, lo sé, el ambiente no es el más adecuado. Pero el ayuntamiento este
año está de campaña contra la violencia de género y nos ha pedido que
hagamos una representación que denuncie lo que muchas mujeres sufren en
sus hogares.
Los ensayos concluyeron y, para satisfacción de Agustín, quedaron
completamente perfectos. Todo estaba listo para la inauguración de la
verbena.
Javier se sentía un hombre muy afortunado. Tenía el papel protagonista, y
eso que ni siquiera había cursado estudios de interpretación. No era lo
que se dice un actor profesional, mejor aún, era un actor real. Sí,
llevaba toda su vida actuando y todas sus actuaciones habían sido un
éxito.
El día llegó y el pueblo entero se engalanó para recibir el
acontecimiento más alegre del año. Las fiestas del verano sacaban a la
gente de su letargo. Entre comer y beber, los vecinos se pasaban el día
fuera de casa y la noche también.
Aquel era un lugar pequeño sin mucha vida, pero en la época estival
cobraba nuevos bríos por las visitas de los antiguos habitantes y sus
descendientes que se habían marchado a la ciudad.
Javier palpó el mango de su hacha, le gustaba sentirla y su peso le
reconfortaba. Agustín iba a tener una obra completamente perfecta, como
solía repetir mil veces.
Llevaba un hacha en la mano, una de verdad, como la de hacía cinco años,
de hecho, era la misma. Se la había llevado con él después de matar a
su novia en el bosque y apilarla bajo un montón de troncos… Agustín
consiguió su grito de terror de boca de Paula y, él consiguió borrarle
esa estúpida sonrisa que tantos recuerdos le traía. A su novia también
le gustaba sonreír a todo el mundo. Al final tuvo que aprender por las
malas que eso no estaba bien.
Él era un hombre afortunado, ya no era un actor, era real y todos podían verlo.
Nota de la administración: Estel Vórima cuenta con su propio blog, también puedes dejar tus impresiones de su relato en queremosescribirsite.
Hola Estel Vórima.
ResponderBorrarLa historia se intuye desde el principio como una representación teatral de verbena con el lema de "NO a la agresión de género "
Se lee con fluidez... sin darte cuenta de lo macabro y cruel del cerebro humano.
Impactante final:
El hombre afortunado más falso.
Me ha gustado bastante la forma, la comparación y símil...porque leyendo, hasta el final no vez la realidad,donde te la encuentras a golpe de hacha. A igual que la mujer maltratada que tampoco ve la verdad... solo la vive como un hachazo!
Enhorabuena,buen trabajo.
Hola! Me gustó el concepto de la obra, también el final inesperado. Tienes una narración muy buena, fluida y fácil de seguir. Me gustaron mucho estos juegos de palabras (no se si sea eso) que pones con completo y perfecto jaja.
ResponderBorrarLo único que quizá cambiaría es respecto al final. Siento que cae un poco... desacomodado... tal vez te pudiste extender un poquito más en la explicación de porqué la mata de verdad. Pero es sólo mi opinión. De ahí en fuera me ha encantado!
Felicidades!
Hola Estel:
ResponderBorrarHas escrito sobre un tema que, lamentablemente, es de rabiosa actualidad. Tu protagonista “se siente” una persona afortunada. Pero su carácter egocéntrico, misógino y patológico lo incapacitan para serlo.
El texto está escrito de forma clara y ordenada que facilita su lectura. En mi opinión podrías haber logrado una historia de terror (a mi me encantan) si no hubieses dado tantas pistas de lo que había pasado y de lo que iba a pasar (“pero aun así…le traía recuerdos.”). Yo hubiese preferido, pero es unicamente mi gusto, algún “¡TACHAN!”, de esos que te hacen dar un respingo en el asiento...otra vez será.
El relato consigue el objetivo de llamar la atención sobre esta lacra machista padecemos: “A su novia también le gustaba sonreír a todo el mundo. Al final tuvo que aprender por las malas que eso no estaba bien.”
Un afectuoso saludo.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
ResponderBorrarBueno Lebajos, a mí no me va mucho escribir sobre el género de terror, no quería eso, solo quería describir lo macabro de una mente en la que se juntan no solo un machista sino un psicopata que disfruta matando y es lo que quería reflejar, pero gracias por tus consejos.